Isabel Lorca nos recibe para hablar de su notable proyecto consistente en recorrer todas las comunas de Chile en su bicicleta.
Un encuentro con Marcela Tenorio, doctora en psicología experta en discapacidad intelectual.
En esta entrevista conocemos algunos detalles sobre la vida de la destacada comunicadora Raydoreth Isla, voz principal de Radio Curacautín.
Entrevista al histórico exalcalde de Curacautín Raúl Doussoulin.
Destacamos la obra de María Isabel Gómez, notable profesora amante de las matemáticas.
Algunos detalles sobre la vida de Carmen Martínez, una de las figuras más reconocidas de la cultura loca.
20 de febrero de 2023
Por Manuel Velásquez
Luego de perderle el rastro tras el interés que le habíamos prestado por semanas, el destino hizo de las suyas para que, en una calurosa tarde de verano en la plaza de armas de Curacautín, divisáramos a una ciclista que se nos hizo familiar. Sorprendidos por la increíble coincidencia nos negamos a creerlo, hasta que su distintivo jockey nos dio un Atisbo: era definitivamente ella. Luego de saludarnos y entablar conversación, acordamos vernos en casa de Macarena, una nueva amiga que acababa de hacerse en la piedra de reunión.
Nacida y criada en Cerro Navia, egresada de derecho, creadora de contenido y cicloviajera, Isabel Lorca (28) se subió a su bicicleta hace cuatro años, esta vez no para hacer el cotidiano recorrido de la casa a la universidad, sino para seguir pedaleando incesantemente hasta cruzar la frontera que nos separa con Argentina; desde entonces no ha parado.
Tuvimos una extendida conversación acompañados de la simpatía que la caracteriza, en ella Isabel, a quien podemos encontrar como Atisbo en las redes sociales, nos contó su desencadenando trayecto y soltó los frenos para contarnos, en un sincero y emotivo discurso, la historia de su travesía.
Nuestra entrevistada señala que se considera como un ejemplo de poder femenino, pero incluso sobre eso, es la capacidad de superar obstáculos lo que la define. “Sufrí una pérdida que me quebró y caí en una depresión por meses. Yo iba a terminar conmigo, quería irme con mi abuela”, confiesa Isabel respecto a su repentino luto derivado de un tumor intratable. “No me preparé para eso, no tenía las herramientas mentales y no podía existir en un mundo sin ella, porque era mi fuente de amor máximo”.
Se encerró en su habitación, no comía y lo poco que podía ingerir lo vomitaba, había tocado fondo, “mi mente divagó y empecé a pensar dónde estaba ella. ¿En un limbo, en el cielo, sola, acompañada, con Dios? No tenía idea, solo me quería ir con ella”. Así era el día a día de Isabel, hasta que un buen día, navegando por Youtube, se toparía con un video que rompería con la dinámica; se trató de Vidaje de Albert Sans, un documental hecho por un cilcloviajero que ha inspirado a millones de personas a recorrer el mundo sobre dos ruedas, entre ellas, nuestra amiga.
“Yo me estaba muriendo en mi pieza teniendo un mundo afuera. Pensé en que antes de irme -porque yo quería irme con mi abuela- saldría a conocer el mundo; quiero viajar en bici. Me preparé, vi muchas veces el documental. Me hice una olla de tallarines y pensé ‘esto no lo voy a vomitar, los necesito’. Me los comí llorando, pero no vomité. Mi mamá pensó que me había enamorado, jamás pensó que me iba a poner a viajar en bici”, cuenta entre risas.
Y así llegamos al principio de este relato en el que Isabel junta dinero, toma su bicicleta y se va a Argentina. “Fue bien autodestructivo”, señala, sin embargo, eso no impidió que disfrutara la travesía. En la frontera llamó a su madre para contarte que pronto pisaría suelo argentino: no escuchó respuesta. Isabel, en la búsqueda del consuelo de su abuela, siguió su camino sola mientras su madre pensaba que mochileaba con más gente. Ya en Argentina, sin tenerlo en su itinerario, hizo la Ruta de los Siete Lagos.
Estaba en el Lago Espejo lavando los utensilios de cocina cuando, en el cielo, ve la figura de mi abuela. “Me rajé llorando porque pensé que no tenía por qué ir a buscarla, que ella estaba conmigo y me lo trataba de demostrar de muchas formas. Creo que en ese momento superé la depresión, esa fue la señal que me sacó de todo”. Y así fue, esa era la señal que necesitaba Isabel, esa fue la prueba del amor de su abuela, ese fue el atisbo. “Me dije ‘voy a conocer todo Chile, y lo voy a hacer gracias a mi abuela’. Por eso el proyecto se llama Atisbo, por mi abuela, y todo se hace en honor a ella y por mantener vivo su recuerdo”.
Luego de casi un mes volvió a su casa, allí se enteró de que a su madre le había dado una pequeña trombosis producto de la impresión que le causó saber que su hija estaba en otro país y sola. Desde entonces Isabel prefirió optar por contar sus historias en redes sociales, hacer entrevistas, organizar conversatorios y escuchar testimonios de otras viajeras. Su madre cada vez lo iba aceptando más, en ese proceso le haría una pregunta que tendría repercusiones:
“¿Cómo no va a haber nadie más?”, preguntó un día su madre quien no dejaba de preocuparse por la soledad del proyecto de su hija. Y para su sorpresa sí, había más. Fue así como nació Cicloviajeras Chile y Cerro Navia Pedalea agrupaciones que se crearon como consecuencia de una discusión y que terminaron cambiando vidas.
A pesar de ello, Isabel seguiría viajando sola, pero esta vez con el apoyo de su madre, lo que se relacionaría con una innovación; ahora registraría sus aventuras para su canal de YouTube, “de esa manera mantengo a mi mamá tranquila, porque ve que es posible, que sobrevivo, que la gente me ayuda y que es buena”.
En su camino nunca faltan las nuevas amistades, lo que para ella es la mejor parte del viaje. Sin embargo, no hay encuentros sin despedidas. "Odio las despedidas; yo me llevaría a todo el mundo en mi alforjita”. Una de las personas que no cupo en su alforja marcaría a Isabel; se trata de una joven que, producto de un accidente, se fracturó la columna y que, además, estaba comenzando un tratamiento para combatir el cáncer.
'Has vivido toda tu vida en un hospital —le preguntaría Isabel— ¿no te gustaría viajar en bici?'" No —fue su respuesta— indicando que no estaba segura de poder hacerlo. Entonces Isabel se fue de la casa donde había sido recibida. A poco de emprender su viaje, sin embargo, recibe un mensaje inesperado "ya, tengo todo, ¿dónde estás?".
"Yo quedé loca", confiesa Isabel, "me puse a llorar cuando la vi llegar y le dije que cruzaríamos la provincia de Arauco". La nueva aventurera ni siquiera había acampado antes y nunca había estado tanto tiempo lejos de casa. El recorrido le traía recuerdos de su accidente y no paraba de frenar en las bajadas. Isabel le dijo que siguiera mientras pudiese ver el camino. "En Lebu había una bajada en la que era imposible frenar. Yo me fui cortando el tránsito al lado de ella, de repente la miro y tenía una tremenda sonrisa, iba babeando de lo feliz que iba. Yo nunca había visto a alguien tan feliz”
Una hermosa experiencia que, junto a muchas otras, alimentan sus recuerdos junto a su fiel compañera Ayün, hablamos, claro, de su bicicleta. “La gente cree que es LA BICI, que cuesta millones, pero la Ayün es una bicicleta de segunda mano. Me costó 150 lucas. Es una upland vanguard 200 que es gama recreativa que venden en los supermercados”.
Si la bicicleta no es nada extraordinario, entonces de seguro la conductora sí, pensaran ustedes, pero es la propia Isabel la que se apresura en aclarar que “yo no tengo nada de especial. No entreno, tampoco tengo un don... nada especial. Si lo puede hacer el guarén que soy, ¡cualquiera puede!”. Sin embargo, la sincera modestia de Isabel no es suficiente para ocultar lo notable de su empresa, pues junto a su bicicleta han recorrido más de 8.000 km cargando 42 kg de insumos, materiales y herramientas.
“Para mí es muy importante mostrar que es posible. He tenido cabras llorando en mis brazos que me agradecen, que me dicen cómo cambia sus vidas ver que, si una puede, todas podemos. Eso para ellas es muy importante”.
Ese es el principal combustible de Isabel y uno de los motivos que la incita a seguir adelante tras cada vaso de agua con harina que adoptó por desayuno. ¿El otro? Por supuesto; el atisbo.
“Mi abuela es todo. Es mi ángel, mi motivación, lo que hace que no haga nada malo. Sé que ella está mirando todo lo que hago, eso ha transformado lo que soy. Es mi motor. Ella está burlando al más allá, porque sé que está por aquí, viendo todo. Hubo momentos en los que tuve mucho miedo mientras acampaba y sentí su olor, lo que me calmó. Yo le decía ‘¡Abuelita, venga!, ¡por favor!’ desesperada y llorando. Es completamente mi copilota. A mi mamá le tranquiliza que yo tenga ese ángel. Mi abuela lo es todo. Mi abuela es el atisbo”.
Algunas de las comunas por las que Isabel ha pasado junto a su querida bicicleta.
A continuación les dejamos el video con que Isabel inaugura su canal de YouTube, en el que se presenta y explica su proyecto.
5. de septiembre de 2022
Por Felipe Foncea
Es una agradable tarde de comienzos de septiembre cuando Antonieta Utreras San Martín nos recibe en la Unidad de Cultura de Lonquimay. Se trata de un pequeño edificio de uso exclusivo para la Unidad, lo que, por sí solo, refleja la importancia del área en la comuna, ya que lo común, al menos en la zona, es que las unidades culturales ocupen pequeños sectores (a veces no más que una oficina o cubículo) en las instalaciones municipales.
Este hecho, que puede parecer anecdótico es, en realidad, muy importante, importancia que se vincula a la existencia de un lugar físico, reconocible y de fácil acceso donde los ciudadanos interesados puedan acudir para que sus problemáticas, proyectos e intereses culturales sean satisfechos. Un lugar, si se quiere, donde ir a golpear la puerta sin pasar por la burocracia propia de las instituciones públicas.
Y esto en Lonquimay ocurre, no solo por el edificio, sino también por la buena disposición de Antonieta: Aquí cualquiera puede venir, nos dice, y yo siempre estaré para apoyar o asesorar, para acompañar o desarrollar proyectos en conjunto con la comunidad.
Como es natural en nuestro país, los recursos no abundan en torno a la cultura y en eso Lonquimay no es la excepción. Para suplir en parte este problema Antonieta ha encontrado un aliado en la postulación a fondos concursables, y no solo por parte del municipio, sino que también por parte de personas naturales que obtienen fondos estatales y que desarrollan sus proyectos en la comuna. Allí Antonieta y la Unidad que representa se convierten en un importante aliado, generando un trabajo en conjunto y estimulando a futuras postulaciones.
El día en la conocimos, sin ir más lejos, Antonieta recibía a un joven que había obtenido un fondo para el desarrollo de las artes y que desarrollaba un taller de construcción de cajas acústicas con niños y jóvenes de la comuna.
Pero ¿quién es Antonieta Utreras?
La Historia
Antonieta, Asistente Social de formación es una mujer atenta, cercana y muy clara a la hora de comunicarse. También llama la atención su proactividad y la seguridad con que se desenvuelve. Originaria de la ciudad de Chillán, Antonieta llega hace más de veinte años a Lonquimay producto de una postulación que realiza a Servicio País. Llegué por año y me quedé para siempre, nos dice sonriendo.
En sus primeros proyectos, Antonieta trabaja en SEPADE (Servicio Evangélico para el Desarrollo), con quienes continúa trabajando luego de terminado el periodo de Servicio País. En SEPADE desarrolla trabajos vinculados con la puesta en marcha de servicios higiénicos sustentables, el turismo en conjunto con comunidades indígenas, el desarrollo de la identidad de los pueblos originarios de la zona, la educación intercultural, entre otros.
En 2010 Antonieta se integra a la fundación Laura Vicuña, donde desarrolla proyectos vinculados a la prevención de la vulneración de derechos. Aquí, por primera vez en mucho tiempo, pongo en práctica los conocimientos de mi carrera, nos dice, y claro, pues hasta ahora había desarrollado actividades que superaban con mucho los límites de su especialidad.
En 2015 los proyectos llegan a su fin y, por primera vez en un largo periodo de estabilidad, debe realizar actividades totalmente fuera de su experticia. Ese año me compré un furgón, nos cuenta Antonieta. La idea era ser una especie de transfer, pero en realidad no me fue muy bien porque la gente que llegaba acá no tenía dinero de sobra para pagar esa clase de servicios, pero no me desmotivé y terminé trasladando escolares, nos cuenta.
Pero su “nueva carrera” no duraría demasiado, pues en 2016 la alcaldía le ofrece el cargo de DIDECO (Dirección de Desarrollo Comunitario). Yo quería ese cargo, afirma Antonieta, me llamaba la atención, lo consideraba un gran desafío, finalmente me di cuenta de que, si bien era una labor muy bonita, también era excesivamente demandante, llegaba antes de las 8:00 a mi oficina y no pocas veces trabajaba hasta pasadas las 11:00 de la noche, recuerda.
Antonieta se desempeña como DIDECO hasta mayo de 2017 cuando le ofrecen el cargo de encargada de la Unidad de Cultura, el que ocupa actualmente y donde se encuentra como en casa.
Desafíos y Actividades
En su trabajo en la Unidad Antonieta también ha encontrado desafíos y obstáculos, aunque Antonieta no los transmite como si se tratarán de problemas. Durante bastante tiempo, la Unidad de Cultura era básicamente yo, nos cuenta de buen ánimo. Luego se sumó un compañero que venía de Servicio País y tiempo después se instalaron en el pabellón que actualmente ocupan, donde comenzaron a llegar profesores y monitores con distintos proyectos que le dieron vida al lugar. En principio este edificio no estaba pensado para la Unidad de Cultura, nos cuenta, pero cuando el alcalde vio cómo se trabajaba aquí, y la importancia que este espacio tenía para parte importante de nuestra comunidad, no hubo objeciones para que nos quedáramos de forma permanente.
Y si bien el organigrama de la Unidad siendo muy pequeño, contamos con el apoyo permanente de distintas áreas de la Municipalidad, sin ese apoyo nuestro trabajo se haría muy difícil, en especial debo reconocer el trabajo de los choferes que trasladan personal, usuarios y equipos, también hay que mencionar a quienes nos ayudan con difusión de nuestras actividades en redes y con la creación de material digital y, claro, además está el área de logística, todos nos ayudan para que nuestros proyectos salgan adelante.
Actualmente el protagonista de la Unidad de Cultura es la música, con talleres instrumentales y los ensayos de una orquesta. También se le da relevancia al rescate patrimonial, en especial del patrimonio vivo. En este aspecto me gustaría destacar lo que se hizo en relación con la figura de María Arriagada Jerez, nos dice Antonieta.
María Arraigada fue una profesora que desarrolló su labor en sectores rurales de la zona y que, en el contexto de la dictadura militar, fue apresada y posteriormente engrosó el triste listado de detenidos desaparecidos. La Unidad de Cultura de Lonquimay hizo un trabajo para rescatar su figura y su legado, contando para ello con el apoyo del Colegio de Profesores y el respaldo de su familia.
Música, arte, patrimonio y mucho más son las materias que desarrolla la unidad encabezada por Antonieta Utreras en un espacio de apertura hacia la comunidad, algo especialmente necesario y valioso en sectores apartados como es el caso de Lonquimay, donde sus habitantes no tienen un fácil acceso a centros de formación y difusión artística y cultural, ni tampoco son parte de los circuitos de las distintas ofertas culturales a nivel nacional.
La responsabilidad, por lo tanto, es doble, y los esfuerzos a nivel comunal también deben serlo. Personas como Antonieta son las indicadas para llevar adelante este desafío, aunque no pueden prescindir de un apoyo comunal constante, de recursos económicos y humanos que permitan rescatar los talentos ocultos entre los maravillosos paisajes de nuestra Araucanía andina.
Enlaces de interés:
Antonieta en su oficina de la Unidad de Cultura
Por Felipe Foncea
Marcela Tenorio es una de las voces más reconocidas cuando se habla de discapacidad intelectual. Nacida en Colombia, Marcela estudió psicología sin tener una cercanía particular sobre el tema. Luego hizo una maestría en neuropsicología, para posteriormente integrarse al Doctorado en Psicología de la Universidad Católica de Chile y, finalmente, cursar un post doctorado vinculado al estudio de trastornos en el desarrollo intelectual.
Fue en esta última instancia en la que Marcela tuvo su primer acercamiento concreto con la realidad de la discapacidad intelectual, en particular con sus protagonistas, un punto de especial importancia que nos recuerda que cualquier estudio sin la voz de los principales interesados es un estudio a medias.
Pasar por alto su forma de ver el mundo y la naturaleza de sus necesidades expresadas en primera persona es un error común en el tratamiento de este tema. Muchas veces considerándose a los principales involucrados como simples objetos de estudio. Marcela remarca con fuerza lo problemático de este enfoque, tan extendido hasta hace poco: no podemos trabajar en discapacidad sin escuchar las voces de los protagonistas, sin atender a aquello que les gusta y no les gusta, sus deseos y motivaciones. no importa lo simple que estos sean, siempre habrá algo que rescatar y debemos usar ese conocimiento como base de nuestro trabajo.
Y junto a los protagonistas, están sus acompañantes, cuidadores o padres (frecuentemente sus madres, nos recuerda Marcela). Esta interacción es otro de los elementos que enriquece y moldea los estudios que emprende, pues es en el diálogo con ellos que surgen sus temores y sus sueños.
Y es que no hay nadie que conozca más de cerca a las personas con discapacidad que quienes han acompañado su desarrollo. Son ellos los que viven la angustia de observar a una sociedad diseñada para obstaculizar su camino hacia la plenitud y, al mismo tiempo, los que sostienen la esperanza de que las potencialidades que observan en el día a día lleguen a concretarse.
Luego las personas con discapacidad crecen y se convierten en adultos, otro elemento que Marcela Tenorio remarca con fuerza, pues deben ser tratados como niños cuando son, efectivamente, niños, ni un momento después.
Comunes son los relatos en los que, como recuerda Marcela, a un adulto con síndrome de Down, por ejemplo, se le pregunta si tiene o no permiso para hacer una actividad para adultos, una pregunta que muchas veces se dirige directamente a su acompañante, sin siquiera reparar en la presencia de la persona con discapacidad.
Con esto no se pretende desconocer que existen clases de discapacidad que requieren de mayores cuidados, incluso aquellas que requieren de un cuidado permanente, como es el caso de las personas con daño cerebral profundo producto de una acción externa, tales como un accidente o la deprivación de oxígeno, pero incluso en esos casos el respeto por su toma de decisiones y sus puntos de vista, limitados o no, debe instalarse como una prioridad.
En este punto Marcela realiza una reflexión que da mucho qué pensar: a veces se piensa que hay discapacidades tan profundas que los afectados no son capaces de discernir nada, de querer nada. Eso no es así, incluso una persona incapaz de comunicarse verbalmente es capaz de transmitir, de alguna forma, su deseo por aprovechar ciertos momentos, por estar en ciertos lugares. Por ejemplo, a alguien le puede gustar tomar el sol y nosotros debemos ser capaces de reconocer, validar y procurar que ese deseo se cumpla.
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Es entonces cuando nos acercamos a uno de los centros movilizadores de los esfuerzos de Marcela; el reconocimiento de las personas con discapacidad como sujetos de derecho, como seres autónomos en cuanto a la expresión de sus necesidades, como partes del entramado social tan valiosas como cualquier otra.
En cuanto al otro eje que la moviliza, es el que se vincula al cambio de actitud en relación con la existencia de la discapacidad intelectual. Y es que Marcela, cada vez que tiene la oportunidad, nos recuerda que la discapacidad no debe presentarse como un drama, como algo oscuro de lo que es mejor no hablar.
Gran parte de mis interacciones las dedico a mostrar y demostrar que es posible tener una visión sana de la discapacidad. Dejar de verla como una enfermedad, como algo negativo, transmitiendo la idea de normalizar la existencia y las necesidades particulares de las personas con discapacidad.
En este intento el lenguaje es de suma importancia. Por ejemplo, nos dice Marcela, se debe perder el miedo a decir “discapacidad intelectual”, es lo que es y parte de la normalización de la que se habla tiene que ver precisamente con quitar la connotación negativa al concepto, enfatizando, eso sí, la idea de que no se trata de una enfermedad, sino de una condición, pues lo primero es algo que requiere de una cura, mientras que lo segundo es simplemente un estado.
Dicho eso, es importante entender la diversidad dentro de la discapacidad, y en ese contexto una de las distinciones fundamentales es aquella que separa a la Discapacidad Intelectual de problemas vinculados a obstáculos en el desarrollo cognitivo.
En el segundo caso, y por distintas razones, el desarrollo cognitivo se detuvo en algún punto, ya sea producto de causas internas o externas, mientras que en el caso de la discapacidad intelectual el desarrollo continúa durante la niñez y la adolescencia. Es importante esta distinción porque esto nos motiva a ver a quienes presentan discapacidad intelectual como personas en constante desarrollo, desarrollo que se puede apuntalar por el contexto en el que se desenvuelve.
En este sentido, afirma Marcela, un concepto clave es el de conducta adaptativa. Este es un elemento clave tanto en la definición como en el estudio de la capacidad intelectual. Lo más relevante no es el Coeficiente Intelectual (C.I), sino en qué medida las conductas de las personas se adaptan o no al contexto en el que se desenvuelve, la relevancia de poner el acento en este punto es que nos ayuda a dejar de lado la idea de que un C.I. bajo limita irremediablemente a un sujeto en su desarrollo futuro. En otras palabras, al poner énfasis en sus conductas y en su capacidad de adaptación, podemos comprender de mejor forma que moldeando el contexto podemos ayudar a sacar lo mejor de ellos.
Muchas veces escuchamos que un niño no podrá leer nunca, o no podrá aprender a hacer operaciones matemáticas básicas, ese "nunca" hay que sacarlo de nuestro lenguaje, todos los días nos sorprendemos cómo pueden llegar a hacer cosas que supuestamente nunca harían, dice Marcela. Es por eso que se prefiere hablar de hitos de desarrollo que evolucionan atípicamente, no de obstáculos irremediables en el desarrollo, y es que no sabemos cuál será el final de esa evolución.
A la hora de llevar a la práctica su pasión por el tema, Marcela no se ha quedado de brazos cruzados, participando de varias instituciones e instancias de estudio y difusión.
En este sentido, destaca su participación, junto a otros destacados profesionales, en MICARE (el Instituto Milenio para la Investigación del Cuidado). El objetivo de MICARE es crear un diálogo que transforme, desde lo más personal, a quienes se encargan de proponer, impulsar e implementar las políticas públicas. En MICARE, Marcela trabaja en diversas iniciativas tales como investigaciones ligadas a las interacciones tempranas y conductas adaptativas en bebés con síndrome de Down, la colaboración en la creación de sistemas de apoyo tecnológico para la discapacidad intelectual, así como en asesorías a oficinas de discapacidad en municipios. Paralelamente llevan adelante el proyecto DiscaPaís, financiado por el Programa de Participación Territorial Inclusiva, que impulsa iniciativas que entreguen conocimientos y habilidades a organizaciones de y para personas con discapacidad.
En estas actividades destaca el rol de los “consejeros”, personas con discapacidad que participan activamente en los estudios y actividades, una forma más de tomarse en serio la idea de incluir, de escuchar y no invisibilizar a los principales interesados en el trabajo realizado.
Además, Marcela sigue con actividades e impartiendo clases en la Universidad de los Andes, realizando charlas, dando entrevistas, despejando dudas y luchando contra los prejuicios. Cuando niña, era de las que reclamaba, si alguien se colaba en la fila del supermercado, era de las que lo hacía saber, además fui presidenta del centro de alumnos… así que creo que lo de defender derechos y la conciencia social me viene desde chica, recuerda sonriendo.
Y en este tema Marcela encontró un vacío de reivindicaciones y derechos del que resultó difícil no hacerse cargo. Yo entiendo a este problema como algo fundamentalmente político, por supuesto que no desde el punto de vista partidista, sino en el sentido original de la palabra, un problema vinculado con el entramado social de una comunidad.
Siempre hay esperanzas, dice Marcela al terminar nuestro encuentro, ese es el mensaje que quiero que llegue a las familias, y esa esperanza se basa en el convencimiento de que existe la posibilidad de potenciar el desarrollo de las personas con discapacidad intelectual, quienes son sujetos de derecho tal y como lo somos todos nosotros, No debemos hablar por ellos, sino que debemos rescatar su voz, la que siempre está ahí, siempre hay un gusto o un deseo, siempre hay voluntad.
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Por Felipe Foncea
Nos encontramos en un café cerca del centro. De apariencia tímida, en su tono se percibe la misma cordialidad con la que ha acompañado a tantos radioescuchas en una carrera que suma más de 20 años. Se trata de Raydoreth Isla, la persona tras la voz de Radio Curacautín, en el 93.1 del dial.
Raydoreth ha vivido toda su vida en Curacautín. Egresada del Liceo B3 que ahora lleva el nombre de Las Araucarias, durante varios años desempeñó oficios muy alejados al mundo de las comunicaciones. Nada hacía pensar que llegaría a ser la principal voz de uno de los medios más reconocidos de la zona.
El episodio con el que comenzó todo ocurrió a fines del pasado siglo, cuando pasa a formar parte de la agrupación Huitral Mapu, un conjunto de personas con intereses literarios y culturales. Con ello realiza un reconocido taller literario y otras actividades que los llevan a ser parte, como invitados, de un espacio que el histórico exalcalde de la ciudad Raúl Doussoulin dirigía en radio Génesis.
Algo en su voz y en su actitud deben haber percibido los encargados de la programación, pues al poco tiempo le ofrecen un puesto fijo en aquella radio.
Fue allí, en radio Génesis, donde Raydoreth aprende las bases del trabajo radial, incluyendo la labor del radio-controlador. Su rol en este medio fue básicamente de encargada de continuidad, es decir, la voz que acompaña durante la transmisión, entregando todo tipo de información.
Un momento relevante de su paso por radio Génesis fue cuando, junto con una colega, se hace cargo de un espacio llamado “Golpe al Corazón”, en el que tangos y boleros eran los protagonistas. Imposible no recordar en este momento de su historia a la inmortal Alodia Corral, a quien Raydoreth hace referencia con especial cariño y a la que suele mencionar como uno de sus referentes.
Así pasan los años hasta que, en 2013, Raydoreth cree haber cumplido un ciclo en la emisora y renuncia, quizás con la intención de tomar otros rumbos profesionales.
Pero no alcanza a llegar demasiado lejos con esa intención, pues solo unos meses más tarde es reclutada por Radio Curacautín.
Su labor en su nueva casa radial podría también definirse como “encargada de continuidad”, pero en realidad es mucho más que eso, pues Raydoreth es el corazón de la emisora.
Todo comienza a las nueve de la mañana, cuando Raydoreth toma el control de la programación, la que durante la noche sigue su curso gracias el apoyo de la tecnología. Los protagonistas de las primeras horas del día son la salsa, el merengue y la cumbia, y es que hay que colaborar a que la población se despierte con ánimo.
Entre canción y canción, la voz de nuestra entrevistada nos cuenta del clima, de las noticias que dejó el día anterior, de los avances en el proceso de vacunación, entre muchas otras cosas, y todo acompañado de comentarios y breves opiniones que enriquecen sus intervenciones y tiñen de amenidad toda la transmisión.
A las once comienza lo que ya es un clásico en la programación de Radio Curacautín: “Viejitas Pero Bonitas”, espacio dedicado a esas antiguas canciones que todos conocemos pero que rara vez se programan y que Raydoreth hereda de Carmen Martínez, ícono cultural de la comuna y su predecesora en la radio. Luego llega su hora de almuerzo y regresa en la tarde para volver a acompañar a sus radioescuchas hasta las seis.
¿Cuál crees que es tu talento? Le preguntamos esperando que nos hable de su voz o su velocidad para dar con nuevas ideas bajo la presión que significa transmitir en vivo. Mi talento es la pasión, nos responde inesperadamente Raydoreth. La pasión por mi trabajo, pero también por la música.
La radio es mi casa, continúa nuestra entrevistada, y como tal se ha convertido en un refugio en momentos difíciles. En este sentido Raydoreth recuerda un momento particularmente difícil: Poco después de la muerte de mi madre, con un dolor enorme, decidí venir a la radio a pesar de que podría no haberlo hecho, lo hice porque la considero mi casa y porque es animando a otros que termino animándose a mí misma.
¿Cuál es tu sueño radial?
Me gustaría mucho tener un espacio propio donde poder programar la música que a mí más me identifica. Imagino algo de un par de horas, en la noche, donde los clásicos sean protagonistas. Y me gustaría que ese espacio pudiera salir al mundo aprovechando las transmisiones digitales.
¿Dejando de lado tu radio, qué emisoras te gustan?
Me gusta lo que se hace en radio Edelweiss en cuanto a programación y el trabajo de Freddy Benavides en conducción, y claro, también radio Futuro, que debe ser un referente para muchos de nosotros, ahí me gusta mucho el trabajo de Matilda Svensson.
Además de la radio, la que ocupa prácticamente toda su semana, Raydoreth siente especial cercanía con los temas ambientales, buscando participar en actividades en defensa de la naturaleza. Asimismo, tiene una activa participación en la Junta de Vecinos Nº 3, participa en un coro, sigue en el grupo Huitral Mapu, y es parte de iniciativas de reciclaje y de conciencia en el uso de residuos junto con la agrupación Ecocura.
Con tantas actividades, alguien podría decir que a Raydoreth le queda poco tiempo para ella, pero eso sería un error, pues cada minuto de su día es, en realidad, para ella, haciendo lo que ama, compartiendo con la comunidad y colaborando en las causas que considera imprescindibles.
“Lo que hago cada día, lo hago con cariño y siempre he tratado de entregar lo mejor”, finaliza.
Por Luis Esteban
Fue entre los años 1978 y 1986 cuando nuestro entrevistado ocupa el cargo de Alcalde de la Comuna de Curacautín. Por aquel entonces “La gobernanza local, era una tarea difícil” nos dice don Raúl Doussoulin, esbozando algunas críticas respecto de la forma en que se realizaban las diferentes acciones públicas y sociales en esa época.
Algunos de los hitos de su gestión se vinculan con su interés por el fomento productivo local, siendo protagonista en la fundación de diferentes entidades de desarrollo y producción, así como algunas relacionadas con la investigación y el comercio.
Haciendo un poco de historia, la conversación nos lleva al año 1960, cuando se crea la Cooperativa Agrícola y Lechera de Loncoche Ltda (COPAL), de la cual nuestro entrevistado fue socio fundador y presidente. En el año 1963, fue nombrado Director de la Sociedad de Fomento Agrícola de Temuco, (SOFO), y en 1970 ingresa al consejo de Directores de la Cooperativa Agropecuaria Cautín Ltda (COPALCA).
Durante esos años, Raúl Doussoulin participó y dirigió diferentes entidades ligadas al desarrollo agrícola y productivo, siendo invitado a los Estados Unidos por el Ministerio de Agricultura, En este viaje participó de estudios de Desarrollo Rural y Agronomía en la Universidad de Wisconsin, experiencia de especial importancia durante una época en la que la industria forestal se encontraba en pleno apogeo y en relación con la que una mirada profesionalizada era perentoria.
Luego, en 1978, y ya con una amplia experiencia digirencial, asume como Alcalde de la comuna de Curacautín, llevando a cabo una gestión en las que se destacan, entre otras, las áreas sociales y turísticas, en relación con las que desarrolla estrategias que fundan muchos elementos sobre los que se continuarán haciendo políticas en el futuro.
En su testimonio, don Raúl repasa algunos de los nombres que fueron parte importante del desarrollo e identidad de la comuna, tales como Sergio Fresard, Pablo Ruedi, la familia Abarzúa, entre otros. Y es que no cabe duda de que esta comuna se caracteriza por la relevancia que un gran número de familias colonas tuvieron para sus primeros años; familias de ascendencia europea que no desconocen sus lazos con las comunidades indígenas Mapuche Pehuenche que aún habitan esta zona.
Durante su paso por la administración municipal, Raúl Doussoulin menciona que las dificultades técnicas, educativas, económicas propias de la región dificultaban las labores administrativas, lo que se interponía en el deseo de las autoridades de responder a las necesidades de sus habitantes. Durante el tiempo en que don Raúl encabezó la Municipalidad, esta contaba con un aproximado de 28 funcionarios. Recuerda que no todos contaban con estudios, pero el trabajo se hacía de todos modos, destacando la labor del recepcionista y estafeta, a quienes se les entregaba gran responsabilidad y confianza en sus labores, ya que “el recibir a la gente y saber dónde o con quien debían derivar, eran parte imprescindible del engranaje de la alcaldía, sobre todo desde el punto de vista de las personas que debían esperar durante días por un trámite, o viajar desde lejos para realizarlo”.
¿Qué recuerdos mantiene de su paso por la administración municipal?
“En aquella época, la solidaridad y amabilidad era algo destacado y que se valoraba, recuerdo que debido al frío de la zona, se destinó un espacio para la construcción de una especie de cafetería, donde se le ofrecía un café o algo calentito a las visitas o a quien lo necesitara, sobre todo a las personas que venían de paso y a las autoridades nacionales e internacionales que alguna vez recibimos".
Don Raúl recuerda con gran nostalgia algunas escenas que seguramente más de alguno que compartió con él en aquellos años sabrá reconocer, pero también destaca los aspectos socio-políticos que demandaron cierta mano dura como, por ejemplo, la toma de decisiones en la gestión municipal y el cumplimiento de sanciones. Del mismo modo, también recuerda con cierta insatisfacción las dificultades económicas, comunes en la Araucanía andina; “costaba mucho conseguir recursos” nos dice, "pero eso se compensaba en parte con el importante rol jugado por las Juntas de Vecinos y otras organizaciones comunitarias locales, algunas de ellas destacadas en el libro “Cien años entre volcanes y Araucarias”, trabajo que vio la la luz de la mano de fieles colaboradores, como; Teresa Martinez Pérez, Hernán Soto Quezada, Norberto Rojas Carrillo, Orlando Rivero Dávila, Dagoberto Hidalgo Chandía, Néstor Apablaza Muñoz, Juan Carlos Galdames, Jorge Hernández Silva, Mária I. Poblete Mora, Ruth Valenzuela Arias, quienes orgullosamente rescatan la historia local y que hoy se reúnen en la agrupación conocida como Los Amigos del Libro.
Una de las críticas ligada a la administración pública se vincula con la relación con sus más cercanos, destacando con cierta tristeza que “el rol de autoridad, descuida la familia”, denotando con amargura recuerdos que hablan del lado humano poco visible de las autoridades. “Se salía temprano a trabajar y muchas veces llegábamos tarde”. Lo que complementa afirmando que, “no siempre logramos cumplir con todas las demandas, tratábamos de hacer lo mejor que podíamos con los recursos disponible”.
Cabe mencionar que, por aquella época, la tasa de personas con educación formal era escasa, y con la llegada del gobierno militar se reestructuraron las políticas informativas y formativas, tanto de docentes como de estudiantes universitarios. Esto significó un retraso en la formación de profesionales, sobre todo en la gestión pública. “Cuando asumí como autoridad, había cosas que no sabía hacer y no todos contaban con el conocimiento para realizar las labores propias del ámbito municipal”.
Probablemente a quienes ocupan un lugar en la historia de esta comuna esta conversación les traiga recuerdos alegres o melancólicos de una época más simple, pero que no estuvo exenta de dificultades, especialmente aquellas relacionadas con la pobreza y la falta de oportunidades. Contra ellas don Raúl Dussoulin, ex-Alcalde de Curacautín, intentó luchar apoyándose de una visión innovadora y una mirada amplia, elementos que hoy se hacen más necesarios que nunca.
Por Revista Las Raíces
María Isabel Gómez Acuña es el nombre de la protagonista de esta historia. Se trata de una reconocida y entusiasta profesora que ha decidido no hacer caso a los años y seguir ligada a lo que más le gusta; enseñar.
Curacautinense de origen, María Isabel partió a estudiar a la Universidad Católica de Temuco, comenzando así su aventura ligada a la enseñanza y los números.
Pasando por Nueva Imperial, luego trabajó varios años en Lautaro. Fue allí donde inició su trabajo relacionado con el perfeccionamiento matemático de niños y jóvenes, a quienes preparaba para su participación en distintas competencias del área, en las que sus alumnos tuvieron un considerable éxito. Luego de su experiencia en Lautaro, en la que hizo lazos con la Universidad de la Frontera quienes colaboraban en la planificación y evaluación de sus talleres de matemáticas, también llamados “academias”, María Isabel vuelve a Curacautín.
Cerca de la edad de su retiro, lo esperable era que nuestra entrevistada se dedicara a descansar. Sin embargo, su amor por la educación pudo más y comenzó a golpear puertas con el fin de reproducir aquí proyectos. Finalmente, se le asignan algunas horas, pudiendo continuar con su pasión.
Durante estos días, es posible encontrar a María Isabel en la biblioteca municipal, rodeada de niños silenciosos, concentrados en sus cuadernos. Se trata de cerca de 15 alumnos, principalmente de educación básica, que están allí con la intención de entrenar sus habilidades ya sea para mejorar su rendimiento escolar o bien para ir más allá, ya sea para competir o entrar a cursos superiores con una serie de conocimientos ya dominados.
María Isabel Gómez Acuña
Llama la atención la motivación de niños que, en tiempo de vacaciones, eligen ser parte de un grupo que se dedica a resolver problemas matemáticos, lo que se aleja de la prejuiciosa idea de que matemáticas y pasión son prácticamente antónimos.
En este punto María Isabel tiene una opinión clara; “no puedo entender que se hable mal de las matemáticas como si fuera algo malo, o incapaz de generar pasión. Las matemáticas son una forma de interpretar el mundo, ¿cómo no va a ser algo importante?”, y es que para ella el conocimiento no puede ni debe separarse entre segmentos positivos o deseables y negativos o indeseables, todo es parte de lo mismo y así debe ser visto.
Otro elemento que apuntala la motivación de María Isabel es la posibilidad de aportar en el desarrollo futuro de sus alumnos, de “sembrar futuro”, según sus palabras.
En este sentido, María Isabel no cree que la pobreza sea, por sí misma, una limitante, pues, entendiendo las dificultades adicionales que representa, ha sido testigo de cómo el estudio y la motivación ha sacado adelante a muchos niños.
Pero para conseguir esto, la existencia de personas como ella es fundamental, nos referimos aquí a una figura inspiradora que fomente nuestros intereses y que también sirva de apoyo en momentos difíciles.
Otro elemento relevante en relación con el trabajo que actualmente realiza, es la integración de sus estudiantes al programa propedéutico de la Universidad de la Frontera, esto es una instancia que fomenta la integración temprana de niños y jóvenes con el ambiente universitario, lo que logra los participantes del programa vean a la universidad como una posibilidad real, lo que favorece enormemente a su nivel motivacional.
Para ser parte de su actual grupo de trabajo no es necesario realizar un pago, estando abierto a todos los niños y jóvenes que lo deseen, solo requiriéndose compromiso, buena disposición e interés por la magia de tras los números.
“Me siento muy agradecida de las autoridades de mi pueblo” dice María Isabel cerca del final de nuestro encuentro, y es que “a los 71 años, son pocas las viejas que están trabajando” afirma entre risas.
Algunos de los estudiantes de María Isabel que desafiaron el frío y la nieve para asistir al taller.
Por Manuel Velásquez
“Mi nombre es Carmen Martinez Valdebenito, tengo 65 años. Soy mamá, abuela y una enamorada de los temas artísticos y culturales.” Así es como se presenta Carmen tras sentarnos cómodamente en el living de su casa que tan generosamente brinda para reuniones y encuentros.
“Tengo tres varones y una niña que me han regalado seis nietos de dos parvadas. Orgullosa de mis muchachos", agrega inmediatamente luego de su introducción. Siempre cercana a las artes y a la gestión, Carmen ha dedicado gran parte de su vida a la gestión cultural y a traer espectáculos, entretenimiento y vivencias a los curacautinenses.
“A mí siempre me gustó cantar y yo creo que nací con el tema de la gestión cultural, porque recuerdo perfectamente la primera vez que escuché un coro, la primera vez que vi un ballet folklórico; todo lo artístico a mí me llamaba la atención y yo quería hacerlo, quería verlo”. Cuenta sonriente al recordar sus primeras experiencias y acercamientos a expresiones artísticas, como también sus primeros pasos en la gestión.
“Cuando era niña, en el colegio -estaba en octavo o primero medio- era secretaria cultural del centro de alumnos y ahí me encantaba organizar, desarrollar cosas, hacer eventos .Yo creo que de ahí quedé con esas ganas y con esa emoción que me provoca cuando veo el fruto de mucho esfuerzo y mucho trabajo convertido en un acto artístico, donde la gente disfruta, se emociona, se entretiene con tanto arte”.
Pero Carmen no solamente se dedica a crear las instancias y difundir cultura, sino que ella también disfruta de ella, en particular del canto, compartiendo este gusto y dedicación con su familia, “Mi abuelo era conocido porque a él le encantaba dormir y cantar; Juan Félix se llamaba”. En su familia es una broma interna decir que algún descendiente salió Juan Félix cuando muestra cierto interés por algún área artística, en especial la musical. “Mis hijos también son bastante talentosos respecto a instrumentos y el menor está enfocado directamente al tema artístico, él es un gestor cultural”, agrega orgullosa.
Carmen cree que es esencial exponer a los niños a instancias artísticas y, haciendo un balance sobre cómo estamos como sociedad, reflexiona “yo siempre digo esta estupidez que se me ocurrió, no voy a decir cómo”, dice con una carcajada, “la de pensar que el ser humano está muy alejado de su centro y que su centro es el arte, porque yo me imagino en el génesis de la vida, de la existencia, donde había sonido, había color, movimiento y eso es arte; eso es arte. Algunos lo pueden llamar Dios o un espíritu creador, pero el caso es que es una fenómeno que sucede, o sucedió".
Y agrega: “cuando pienso en el ser humano gestándose, pienso que ahí también debe suceder lo mismo. A partir de eso creo que estamos hechos de otro tipo de energía, pero lo olvidamos, olvidamos que la tenemos ahí con una pequeña lucecita que se enciende cuando somos capaces de ver y sentir el arte”.
Pero el humano, porfiadamente "tiende a ocultar la parte artística, la parte emocional, la parte del sentimiento por una cosa que se llama dinero y pensamos que eso provoca la felicidad; y bueno, ahí estamos como estamos”.
En cuanto a la cultura, para Carmen es un concepto más amplio que compone el núcleo de lo que es una sociedad, un país, un grupo de gente, el mundo. “Yo siento como cultura todo lo que involucra la vida del ser humano (…) todo lo que existe para mí es cultura. De la cultura se deriva la educación y todo lo que la gente piensa, la salud, el tema de la delincuencia; todo eso forma parte de una buena o mala cultura”.
“Desde mi perspectiva la cultura es el núcleo y es el inicio de todo el acontecer. Lamentablemente no se piensa de esa manera y ahí tenemos un gran error como seres pensantes -que dicen que somos-”, ríe Carmen insistiendo con ironía: “dicen que somos pensantes, ¿ah?”. Su frustración radica en el poco interés y apoyo que hay por parte de las autoridades en no tomarle el peso a lo que es la cultura y todo lo que puede abarcar.
Carmen recuerda perfectamente su primer acercamiento a eventos artísticos. “Estaba en kinder cuando nos llevaron a ver una presentación del coro del colegio (…) yo recuerdo hasta la canción, era el Gallito de la Pasión y eso lo cantaron como canon. Yo me sabía la canción, pero cuando veía que unos la cantaban de una forma, otros la cantaban de otra y sonaba tan lindo, entonces para mí fue como ‘¡Oh, qué maravilloso lo que hacen! Yo también quiero estar ahí, yo también lo quiero hacer’”.
Algo similar ocurrió con su primera obra de teatro que también fue en Curacautín, quedó encantada con los personajes y con las historias que se contaban en el escenario. También destaca la vez que su madre la llevó a Villarrica a ver un conjunto folklórico y aprendió que existía música distinta en cada zona del país. “Por eso siento -porque uno tiene que hablar desde su experiencia- que es elemental y es tan importante que los niños reciban estos baños de arte, porque ahí lo reciben”.
La filosofía de Carmen como gestora cultural es acercar a la gente al arte, pero con un foco especial en los niños y entregar un espectáculo digno en el aspecto técnico. “Cuando se es niño hay que hacer la invasión artística, pero entregándoles eventos de calidad, porque si yo llevo a un niño a ver un coro desafinado, desabrido, y es la primera vez que ese niño va a ver un coro, no le va a provocar nada. Es elemental que los padres lleven a sus hijos a ver eventos artísticos, pero cerciorarse de que sean de calidad y que sean ad hoc a su capacidad de raciocinio”.
La Gestión Cultural
“Mi interés por la gestión cultural surgió en la enseñanza básica cuando le sugería a la profesora los bailes que podríamos hacer y eso presentábamos en la velada de aniversario en los colegios”. Luego pasó por el centro de alumnos de su colegio con el cargo de secretaria de cultura.
Posteriormente fue madre y se dedicó a su familia, hasta que “el año 2.000 retomé; conocí gente joven de una agrupación cultural que se llama Witralmapu y ahí empecé a compartir con los chicos, a colaborar con ideas, con gestión, con trabajos y a partir de eso hice un diplomado en la Universidad Católica en Gestión Cultural y ahí fui haciendo cosas, autogestión”.
Dentro de las actividades realizadas durante ese periodo destaca el Encuentro de las Artes que comenzó el 2002 y que terminó el 2010 por el terremoto y la falta de apoyo. Destaca, además, Unión de Clanes, una agrupación juvenil de hip hop, “esa es una historia muy linda también de la cual me siento orgullosísima”.
“Yo creo que ese trabajo los marcó bastante en la vida, y es algo que me llena de orgullo, lo que se refuerza cuando, por ejemplo, hace unos años atrás me vino a visitar uno de los niños. Me presentó a su esposa, a su hijo, a traerme un regalito y me dijo que estaba muy agradecido porque gracias al rap y todo lo que hicimos el emprendió rumbo y ahora es ingeniero, porque él se dio cuenta de que a partir de ese trabajo tuvo otra mirada con respecto a su futuro".
Luego, durante la primera administración de Bachelet, fue parte del programa Creando Chile en Mi Barrio, un plan piloto que buscaba acercar la cultura a la gente. Una amiga la llamó para contarle de la oportunidad laboral, y aunque Carmen ni siquiera sabía encender un computador, ingresó a la página siguiendo el consejo de una amiga que le dijo “donde dice ‘curriculum’ tienes que poner todas esas cosas que tu familia te decía que estabas tonteando, haciendo el ridículo". Luego de pasar por varias etapas fue seleccionada entre 30 personas para una entrevista laboral.
Después de la entrevista, llegó a su casa y uno de sus hijos le preguntó cómo le había ido. Carmen contestó que no lo sabía. Entonces su hijo le dijo algo que la molestó: "lo que tú tendrías que hacer es comprar palillos, lana y ponerte a tejer a ver las novelas porque eso hacen las viejas’. Y a pesar de que luego quedó claro de que se trataba de una broma, su hijo insistió diciendo: "si no quedas, vas a comprarte los implementos y vas a tejer".
Muy cerca de que se terminara el plazo, Carmen recibe una llamada en la que le informan que será parte del programa y que debe estar en Temuco al día siguiente para viajar a Valparaíso. Lo primero que hace es llamar a su hijo:
- Aló, mami? -dice su hijo contestando la llamada.
– No voy a tejer ni una hue’a, conch…’
Recuerda Carmen entre risas.
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“Fueron dos años de mucho crecimiento, la gente estaba contenta, agradecida. Me tocó vivir muchas cosas con la gente del barrio, cosas con el colegio, en fin. Pero después poco a poco todos estaban colaborando y felices”.
Entre los hitos que destaca en este programa está el taller de resiliencia que creó en un hotel de lujo de la zona. Al proponerlo no querían aceptar que usara los fondos en algo así, sugiriéndosele llevar a cabo la actividad en la Casa de la Cultura y almorzar en un restaurante a cuadras de las allí. Ante la insistencia de Carmen le preguntan por qué quiere hacerlo en el hotel, a lo que ella responde "por una razón muy simple, la gente vive en un barrio, pero tiene los recursos para ir a comerse un completo, pero para ir a un hotel de lujo no, a lo mejor va a ser la única vez que vayan ahí, entonces por eso, para que sea algo importante para la vida de la gente".
Consiguió el dinero, contrató a los talleristas y el servicio en el hotel "Fue hermoso, fue emocionante. Lo que más destaco es que un caballero dijo 'este ha sido el país más feliz de mi vida. Nunca me imaginé estar en un lugar tan elegante y que me atendieran; quedarme con todo lo que aprendí y saber que yo soy un resiliente'”.
También recuerda cuando fueron a Lota, llevó a las mismas personas, pero esta vez incluyó a toda la familia. "Nosotros somos de la cordillera y la primera vez que uno ve el mar no se olvida, yo quiero que esa gente recuerde gente que la primera vez que vieron el mar, sea con su familia".
A tres meses de terminar su periodo, el alcalde de entonces pide a Carmen que trabaje para él. Ella no lo aceptó y dijo que en su reelección la llamara. En su tercera gestión, la llamaron. "me dieron la oportunidad, me sentí super agradecida, no pregunté cuánto me iba a pagar, ni me acordé. Íbamos como avión y llegó la pandemia”.
A propósito de la pandemia, Carmen nos comenta que el tema cultural "volvió atrás, muy atrás, más que nada por el miedo”. Respecto a su ejercicio como gestora y el proceso que conlleva realizar un proyecto, Carmen aclara que “a mí me gusta desde el principio al final. Partir desde idear. Por eso le digo a la gente que se acerque y me digan sus ideas, es bonito eso”.
Al preguntarle por qué cree que sus proyectos son exitosos, Carmen nos dice que “yo creo que existe una razón y esta es la empatía, ponerse en el lugar del otro. Me preguntaba qué me gustaría y ahí es fácil, cuando te pones en el lugar del otro. Pensar qué le serviría al otro en su tema cultural. Cuando haces eso y cuando tienes amor por la gente pasa eso, la gente lo capta. Para la gente loca como yo lo más importante es eso. Los sueldos nunca fueron interesantes, lo interesante son los abrazos de la gente, que los niños en la calle me digan 'hola, abuelita Carmen', eso no tiene precio”.
Carmen no termina su relato sin antes hacer una invitación: "si alguien tiene alguna idea de proyecto cultural, que se acerque a mí para concretarlo". Del mismo modo, reafirma la idea de aprovechar las instancias culturales y la necesidad de que la gente comparta sus talentos; que disfruten en familia de la cultura y que acerquen a sus niños al arte. “Si queremos hacer cambios, tenemos que hacerlos desde el corazón, si solamente dejamos que piense el cerebro, no vamos a aprender, porque el corazón es el que debe pensar para que pasen los cambios reales en el ser humano”, concluye.
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