Por Manuel Velásquez
Existen plataformas dedicadas exclusivamente a la educación, como lo son redAlumnos, Leoteca, Cibercorresponsales, Clipit, entre otras. Sin embargo, ¿qué tienen en común todas ellas? Que son aburridas y muy específicas (y no muy atractivas). Hay otras plataformas que no fueron creadas para la difusión de conocimientos, pero que con el tiempo este tipo de contenido se ha ganado un lugar en redes sociales, como por ejemplo, TikTok.
TikTok es una red social que salió al mercado desde China en el 2016 bajo el nombre Douyin, que en significa algo así como sacudir la música. Por este lado del mundo nosotros contábamos con Musical.ly, disponible desde 2014 en todas las tiendas de aplicaciones. Fue en 2018 cuando pudimos descargar TikTok luego de que Douyin comprara Musical.ly y expandiera su red por el mundo.
Las aplicaciones mencionadas son en esencia lo mismo: permiten grabar videos cortos en formato vertical con la opción de agregarle música o sonidos con el fin de bailar o hacer mímica, al menos eso en primera instancia.
Con el tiempo el uso de TikTok se fue masificando y no solo podíamos encontrarnos con adolescentes bailando o recreando alguna escena, sino que también empezamos a prescindir de la música y comenzamos a ver gente contando historias, anécdotas, haciendo sketches y, en fin, creando contenido original. Fue una suerte de mezcla entre el extinto Vine, las stories de Snapchat y la dedicación de YouTube.
No es una sorpresa que durante los inicios y momentos más álgidos de la pandemia TikTok se convirtiera en la aplicación más descargada, contando en el primer trimestre de 2022 con casi 1.400 millones de usuarios activos según Business Of Apps. De esta alza saldría una cantidad importante de nuevos creadores y consumidores, entre ellos, los educadores.
Desde 2021 la extensión en la duración de los videos ayudaría a otro tipo de creadores a poder crear un contenido más detallado y específico, perfecto para relatar fenómenos, explicar cosas, enseñar materias... en fin: educar. Es entones cuando Khlaif y Salha, (2021) acuñan el concepto de nano y microaprendizaje, es decir adquisición de conocimientos desde videos cortos con contenido conciso y dirigido.
En Chile existen muchos creadores de diversas áreas que comparten sus conocimientos en TikTok, como es el caso de Daniel Cañete, kinesiólogo de profesión y tiktoker de afición.
Daniel descubrió la plataforma gracias a sus amigos, sin embargo “no me gustaba tiktok porque todo lo que me compartían era gente bailando (…). Lo descargué y me empecé a topar con contenido que no era baile”, como gente que él seguía en YouTube que estaba en esta otra plataforma adaptando sus contenidos educativos. Esto fue una inspiración para Daniel que confiesa “si yo lo descargué el lunes, el mismo día empecé a subir videos”.
Empujado por sus vocación y su labor como profesional de salud, Daniel comenzó a subir videos a la red exponiendo sus conocimientos. “A mis pacientes les trato de explicar todo. Yo creo que la misión de todo personal de salud es hacer difusión. De hecho, un profesional de salud no solo tiene que hacer tratamiento y curación, sino también prevención y difusión”.
TikTok permite llegar a muchos usuarios debido a su algoritmo y formato, lo que no hace más que favorecer a creadores como Daniel. “Tratar de dar ese tipo de información mucha gente es lo que me gusta. En TikTok cada vez estoy llegando a más gente y es bacán. En los comentarios me preguntan cosas, a la gente de verdad le interesa saber de salud, solo que nadie les da esa información”.
TikTok favorece mucho la difusión y viralización de contenidos, contando con normas bastante estrictas incapaces de discriminar con precisión entre contenido adecuado e inadecuado. Esto es un problema al querer tocar temas como consumo de drogas o sexualidad, tabúes en muchas partes, pero que en una sociedad que va abriéndose a la información estas temáticas no deberían ser condenables. La cuenta de Daniel, por ejemplo, está amenazada con ser cerrada debido a simplemente querer educar respecto a estos temas, “me han bajado muchos videos y no solo de drogas”, pues también le han bajado otros sin motivo aparente.
“Una vez hablé de ejercicios del abdomen. Estaba haciendo la diferenciación de los tipos de abdomen que existen y de imagen puse a una mujer y hombre sin polera, la mujer con un peto y el hombre con el típico short deportivo. Eso TikTok lo consideró como una imagen sexual y me lo bajó”, cuenta Daniel entre risa y molestia, temiendo hablar de estos temas nuevamente debido a que con un strike más su cuenta será suspendida. “La gente me dice que es bacán que hable de lo bueno y lo malo del consumo de drogas, pero a TikTok no le gusta”.
Son este tipo de censuras las que amenazan no solo la cuenta de Daniel y de otros creadores de contenido, sino que también amenaza la libre expresión; pero, peor aun, también amenaza la posibilidad de alertar y educar a las personas acerca de las implicancias que conllevan ciertas acciones que irían en contra a su integridad física y emocional, lo que, en el fondo, resulta en una sociedad que no avanza ni evoluciona.
Desde luego no todo es malo, TikTok y otras plataformas resultan ser de mucha utilidad, no solo para pasar el rato, sino que también para aprender algo nuevo. Eso sí, hay que tener la precaución de no creer todo lo que se vea y confiar en contenido verificable, ojalá que cuente con sus respectivas fuentes, pues no solamente el creador de contenidos debe ser responsable, sino que el consumidor también debe serlo.
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