7 de septiembre de 2022
Por Revista Las Raíces
El nombre de Lucinda Arias Porma llegó hasta nosotros gracias a un pequeño cuadro. Se trataba de una pintura que fue seleccionada en un concurso de “arte postal” organizado por el gobierno en el que niños y jóvenes fueron llamados a retratar su región para dar forma a bellas postales.
La pintura de Lucy, como llaman a Lucinda, capturó inmediatamente nuestra atención. Se trataba de un paisaje natural (ver fotografía) en el que un río compartía protagonismo con un cielo cubierto de nubes. No era un cuadro cualquiera, pues en él se ve la intención y el talento de una artista. La magnífica elección de colores, los trazos que reproducen la alta yerba, el punto de fuga hacia donde se dirigen las nubes nos hablan de una persona que, aunque joven y tímida, sabe perfectamente qué hacer cuando se enfrenta al lienzo en blanco, y eso no es algo que se vea todos los días.
Entonces le pedimos a Antonieta Utreras, encargada de la Unidad de Cultura de la comuna, que nos ayudara a contactarla para conocerla un poco más.
El encuentro se concretó el segundo día de septiembre en las dependencias de la Unidad. La entrevista debía realizarse después de su ensayo. ¿Su ensayo de qué? Preguntamos. Su ensayo, su práctica instrumental, nos respondieron, y no nos sorprendimos.
Lucy no es de muchas palabras, su tono de voz es bajo y sus frases escuetas, sin embargo, su talento pasa por encima de todo eso, pues es capaz de hablar a través de sus obras y lo que dice en ellas es suficiente. La práctica en cuestión era de bajo eléctrico y era guiada por un profesor como parte de los distintos talleres impartidos en la Unidad Cultural. Elegí el bajo porque es tranquilo, discreto, suena despacito, nos dice Lucy y nosotros no podemos sino sonreír, al ver que efectivamente ese instrumento es un reflejo de su forma de ser y, como ella, es también capaz de cosas notables.
Lucy tiene 16 años y estudia en tercero medio del Liceo Bicentenario de Lonquimay. Actualmente vive con su familia en un sector rural llamado El Naranjo, al norte de la ciudad. Fue allí donde se inició su cariño por la pintura: Desde chica me gustó dibujar, sobre todo la naturaleza, cosas realistas, afirma. Aunque, a decir verdad, en el realismo de Lucy se abre un claro espacio para la creatividad, es decir, no es solo la reproducción de la realidad, sino que existe la intención de hacer pequeñas modificaciones en las que plasma su forma de ver el mundo.
En El Naranjo está la escuela Bernardo Ñanco, donde Lucy cursó su educación básica. Allí, además de su afición por el dibujo, comenzó a relacionarse con la música, formando parte de una orquesta.
En cuanto a sus gustos personales, Lucy nos cuenta que es aficionada a la música electrónica, mencionando a artistas como Alan Walker y Martin Garrix, músicos relativamente poco conocidos en esta parte del mundo, otro ejemplo de su motivación natural por expresiones no del todo exploradas, en espacial por personas de su edad.
Lucy es otro maravilloso ejemplo de cómo el talento efectivamente se esconde en cada rincón de nuestro país y nos hace reflexionar nuevamente acerca de la necesidad de buscarlos y destacarlos como se merecen.
La pintura de Lucinda Arias que fue seleccionada en el concurso.
Joaquín Marín Cortéz nos recibe en su casa junto a su madre, Ginette, una fría tarde de junio. Se trata de un joven de apariencia tranquila y pocas palabras, una apariencia tras la que se esconde un talentoso músico que se ha ganado un lugar en una serie de bandas en las que se ha desarrollado musicalmente durante gran parte de su niñez.
Hoy Joaquín tiene catorce años, y un vasto currículo como músico que sigue en crecimiento. Todo empezó cuando apenas tenía tres y un tío le regaló una batería con la que probablemente deleitó los oídos de su familia en momentos no siempre oportunos.
En sus años de colegio aprendió a tocar la guitarra, pero lo hizo solo, guiándose por tutoriales de Youtube.
El grupo Lakitas, referentes de la música andina, lo recibe hace un par de años como percusionista, especialidad que declara ser su favorita. Luego, paralelamente, llega al grupo Pewma, cultivadores del estilo tropical, particularmente la cumbia y la salsa. Aquí Joaquín sorprende tocando la trompeta, un nuevo instrumento en una lista en constante evolución.
Hace cerca de un año es invitado a formar parte de la Banda Juana González, reconocida agrupación liderada por el músico homónimo y que da un espacio protagónico a los jóvenes talentos musicales de la zona. Allí Joaquín incursiona en el piano y el bajo, pero su rol principal sigue estando relacionado con la percusión (principalmente caja y timbales), lo que también pone en práctica en el Grupo Pasión, exponentes de la música tropical, estilo por el que Joaquín no esconde su cariño.
Pero eso no es todo, también ha incursionado en la danza, siendo parte del grupo Eluney. Tantas actividades lo han obligado a hacer elecciones que no afecten su rendimiento académico, aunque reconoce que la música sigue siendo su prioridad. “Me gustaría entrar a una escuela de música, o a un conservatorio” nos comenta cerca del final de nuestro encuentro, sueño que cuenta con el total apoyo de su familia, en particular de su madre que nunca le ha pedido que deje de lado la música para centrarse exclusivamente en los estudios, solo esperando un equilibrio que lo haga transitar con éxito lo que le queda de su educación media.
El 7 de agosto próximo Joaquín dará un gran paso en su carrera, pues junto a la Banda Juana González telonerán, ni más ni menos, que a Los Pericos, en la ciudad de Temuco.
El video del tema Oye Dile, de la Banda Juana González en donde participa Joaquín Marín.
Durante este invierno nuestras bibliotecas se ha transformado en un espacio donde la cultura se vive activamente y, desde luego, Curacautín no es la excepción.
Con independencia del clima y de las vacaciones, las distintas iniciativas, ya sea de instituciones municipales o de la propia ciudadanía, toman vida para transformarse en espacios de formación, crecimiento o de expresión comunitaria.
En esta oportunidad hemos escogido presentar el Taller de Poesía juvenil , iniciativa del Departamento de Educación Municipal y dirigido por el profesor Raúl Olave.
"En este taller trabajamos una escritura creativa, en la cual niños y jóvenes son motivados a sentir y pensar en sensaciones cotidianas", nos dice Raúl, agregando que "los alentamos a que sean capaces de mostrarnos su realidad a través de la perspectiva de sus ojos".
Y es que, según Raúl Olave "la primera enseñanza que se les intenta compartir, es que como dice un amiga.. la belleza no está en el objeto sino más bien en el ojo. En sus ojos, en cómo ellos pueden retratar su cotidianidad".
Uno de los participantes de este taller es Juan Figueroa Lara, alumno de primero medio del Liceo las Araucarias, de quien presentamos dos poemas que vieron la luz luego del trabajo en este taller.
EL EXTRAÑO TAMAÑO DE MI CIUDAD
Es grande para algunos
Pequeño para otros.
Unas cuadras para allá es verano
Y unas cuadras más acá invierno
De tanto caminar me conozco a cada can rabioso que me sale a ladrar
Su tamaño es casual si conocidos te quieres encontrar
Si algo llegas a necesitar
Un camarada siempre va a saludar
El extraño tamaño de mi ciudad
Es un abrir y cerrar de ojos
El extraño tamaño de mi ciudad es particular
Pero sin duda es excepcional.
MI MEJOR SONIDO
Me resuena en la cabeza tan hermoso ruido
Y me queda rebotando como trampolín después de saltar.
La letra me hace sentir emociones sin igual
La mezcla de ambas me hace retozar.
Mentalmente viviendo esa canción
Físicamente sentado en el sillón.
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