3 de octubre de 2022
Con sus 21 años, Eduardo Chocano es el más joven de los participantes que han sido reconocidos en nuestra convocatoria poética. Se trata de una persona de carácter reservado y con marcados intereses vinculados al ámbito intelectual.
Actualmente, Eduardo se encuentra estudiando derecho en la Universidad de Lima y, paralelamente, cursa la carrera de Filosofía, lo que compatibiliza con la creación de textos literarios que ha logrado publicar en diversas revistas y páginas web de su país, al tiempo que ha sido antologado en publicaciones editadas por Caras de la Cultura y en la Revista Nº9 de Licor de Cuervo, así como en Versos para Mamá, entre otras. A lo anterior se suman artículos de filosofía en las revistas Neo-Skepsis y Eupraxofía.
En cuanto a su interés por la literatura, este nace cerca de los ocho años debido a un juego en el que se mencionaba a la mitología, de la que por entonces Eduardo poco y nada sabía. Fue entonces que descubrió los notables mitos griegos, y la literatura en ellos contenida (quizás la más pura de las literaturas).
Desde ese momento lo separan ya varios años en los que se enfrentó a la página en blanco a través de breves textos, poemas sin terminar e historias sin comienzo. Es recién este año que Eduardo Chocano ha decidido “escribir en serio” es decir, enfrentar el oficio con cierta sistematicidad que haga del producto final un “objeto literario” reconocible. En esta empresa lo ha ayudado su afición por las otras letras, hablamos de las que no inventan historias, sino que describen hechos o estructuran ideas sobre la sociedad y quienes le damos forma.
La filosofía y la política local son sus aficiones en tal sentido, es en torno a ellas que Eduardo ha pulido su pluma, lo que de alguna forma se evidencia en los versos con los que responde a nuestra convocatoria, en los que no es posible observar el exceso de floritud barroca propia de los jóvenes que recién se adentran en este oficio.
Quiero mil ostentaciones.
A la vez, ser un indigente.
Tener comodidades,
morir de carencias.
El ser el primero en la meta.
El ver al otro ganar la carrera.
Estar desde cero con los genios;
como enseñar a los nuevos (…)
Eduardo Chocano
Tras estos versos de apariencia sencilla, es posible observar una intención poética que va más allá de las limitantes impuestas por la estética, lo que habla de una seguridad más propias de poetas con años de práctica, al tiempo que se denota un mundo interior profundo e inquieto.
¿Cuándo te diste cuenta que escribías bien?
Probablemente fue gracias a los trabajos de la universidad, en especial mis ensayos o textos filosóficos, los que fueron bien recibidos por mis profesores, y terminaron siendo publicados en revistas especializadas. Entonces me dije: quizás no escribo tan mal.
Dada tu afición por textos filosóficos y cuentos, ¿crees ser más poeta o más narrador?
A pesar de que esta convocatoria fue de poesía, creo que en realidad soy más un narrador. Es, además, lo que más me gusta. Hablo de construir historias, a veces muy simples, contar lo que me pasó en mi camino a la universidad, al subir al autobús… cosas de ese tipo. Y creo que eso también se nota en mis poemas, los que de alguna forma tratan de contar una historia.
En cuanto al tipo de narrativa que lleva a cabo, Eduardo afirma que no inmortalizo mi vida, pues la ficción nubla la realidad cuando uno escribe. Inmortalizo lo que siento. No dedicaría mi tiempo a otra cosa. Dedico mi tiempo a lo que me hace sentir humano.
¿Te resulta difícil escribir?
En realidad, creo que no, en especial narrativa… La poesía me cuesta más, probablemente porque me tengo que esforzar por resumir un montón de ideas que tengo en la cabeza, contar en pocos versos una historia relevante, acercarme lo más posible a la complejidad de los objetos o situaciones de los que hablo.
¿Te gustaría llegar a dedicarte profesionalmente a la literatura?
Esa es la idea, estoy trabajando para eso, aunque por el momento lo veo como algo lejano... hablo de producir dinero con esto, de hecho, podría decir que la literatura me ha quitado dinero.
¿Cómo es eso?
Es que el tiempo que le dedico a esto, y también al estudio de filosofía, ha hecho que deba dejar de trabajar, de producir dinero, lo que habría sido imposible sin el apoyo de quienes me rodean.
En ese sentido Eduardo recuerda especialmente a su madre; Ella me acompañaba a todas partes, cuando quería un libro, me acompañaba a buscarlo hasta que lo encontrábamos, no importaba lo lejos que estuviera.
Finalmente Eduardo le dedica unas palabras a esas personas a quienes tanto les debe.
Me gustaría agradecer a mis padres por aceptar que dejara mi trabajo y me dedicara a lo que me apasiona y apoyarme en lo que me hace feliz.
El primer beso solo logró darme más deseo.
Pensé que cortaría todo mi anhelo.
Me desespera el tenerlo.
Solo aumentó el deseo.
Ahora la miro y pierdo.
Pierdo la razón, el corazón;
Incluso no puedo formular la oración.
Quiero decirle hola, me mira y solo se rio.
No recuerda que me besó.
Me dio su afecto, su amor.
No fue nada esa ocasión.
Solo fui uno del montón.
¿Y qué hago yo con mis ganas?
El súper yo hace que no haga nada.
Mi ello quiere que haga todo.
Al final solo me deterioro.
Quiero mil ostentaciones.
A la vez, ser un indigente.
Tener comodidades,
morir de carencias.
El ser el primero en la meta.
El ver al otro ganar la carrera.
Estar desde cero con los genios;
como enseñar a los nuevos.
Ser el rio que fluyó.
Cambiar y ser constante.
Ser el motor del cambio,
mantener mi vida en la base.
No puedes ser las dos.
Uno termina por encontrarse,
o termina por dejarse llevar.
A o B ¿Cuál será el camino por andar?
Este texto fue publicado originalmente en Revista Morpheus
—¿Qué tal estuvo el día? ¿Alguien quiso robarnos?
—Miau.
—¡Excelente noticia!,volvamos al trabajo.
Mi compañero de vida. Desde que te encontré en la mudanza, hace seis años, nos volvimos compañeros. Diría amigos, pero el ser compañeros tiene más significado. Tenemos un fin común que es la supervivencia del otro, de ahí nace el amor que nos tenemos. Tan pequeño eras cuando te recogí. Todo un persa ahora.
La carrera de escritor resultó ser mi pasión, eso explica el motivo de mi mudanza a pleno Jirón de la Unión. Antigua cuna de grandes pensadores. Desde filósofos hasta poetas, todos se congregaban en lo que hoy es una simple tienda de zapatos repleta de comercio ambulante. La esencia de lo que fue me ayudará a buscar lo que soy.
Bárroco apareció en una caja de mudanza. Lo confundí con el empaque donde guardé mi ropa, pues ambos tienen el mismo color gris. Tuvo suerte de que no lo aplastara con otra caja, o me sentara encima. Ya al finalizar, me percaté de su existencia. Casi lo tiraba por la ventana, pero no pude, los recuerdos animalistas de mi infancia lo salvaron.
La historia de Bárroco no resulta de interés para todos. Mi gerente la despreció totalmente. Entre descansos del trabajo, le conté la historia con el objetivo de alargar el tiempo de libertad. ¡Cómo se nota que su intelecto es minúsculo!. Luego de 30 minutos de una narración excelsa, solo atinó a decir: “De acuerdo, un gato persa que no sé qué más. Retornemos al trabajo”.
¿Podía esperar algo de mi jefe? Ser gerente en una sucursal de una tienda de farmacéuticas no es un gran logro. Solo debes llenarte de un par de maestrías y problema resuelto. El modelo meritocrático de titulación, maestría, doctorado está sobrevalorado. No se aprecia a las personas con ímpetu creativo.
—¿Puedes creerlo Bárroco? Me ignoró totalmente. Por lo menos un “oh, que interesante historia. Otro día continúas con el relato”.
—Miau.
—Exacto, el hombre solo pensaba en la productividad y en cumplir la cuota mensual.
—Miau.
—Ya sé que si no llegamos a la cuota no hay bono y se perderían mil soles por persona. Perooooo, un poco de trato humano. Como si los que trabajamos en ese lugar lo hiciéramos por pasión y no por necesidad.
—Miau.
—¡Ya! Voy por tus galletas. ¿Qué tal estuvo el día? ¿Alguien quiso robarnos?
No respetan el valor de un escritor. Mucho me critican el que no tenga aún nada escrito. Solo son seis años, no es tanto tiempo. Dante Alighieri tardó quince años para redactar la “Divina Comedia” ¿Por qué yo no? Ya tengo ideas sueltas escritas en muchas hojas. Muchas, muchas hojas colocadas en diversos cajones de mi cuarto. No necesito demasiada ropa. Cinco camisas, cuatro pantalones, tres bóxers, un par de medias y otro de zapatillas.
—¡La publicación será un éxito! Un par de años más y el nuevo boom latinoamericano renacerá con mi nombre en el encabezado. Incluso tengo pensado el título: Los diez años pasados:
—Miau.
—Ya sé que en el trabajo casi me suspenden. No es mi culpa que el cliente quiera medicamentos sin receta. Todavía que pienso en su salud. Incluso para una gripe se necesita una.
—Miau.
—Tranquilo, tus galletas mantienen su principal sustento. Solo dormiré temprano, ya sigo escribiendo en la mañana. ¿Qué tal estuvo el día? ¿Alguien quiso robarnos?
Armé las paces con el “gerente”. Gerente en un local con cuatro personas. Para eso se mató años por una maestría. Pero bueno, digamos que conversando todo se arregla. Me mandó al almacén. Mi único trabajo es recibir los nuevos medicamentos y acomodarlos por categoría. Amo los trabajos innecesarios que fácilmente podrían ser parte del trabajo de otro.
De la casa al trabajo, del trabajo a la casa, de la casa a la tienda, de la tienda al trabajo, de la tienda a la casa, del trabajo a la tienda. Resumen de mis días. Me quedo tranquilo la verdad. Bárroco es el Cerbero de mi infierno. Ese gato es un arma letal en un constante estado de espera, listo para la violencia, un puma en potencia.
— ¿Qué tal estuvo el día? Alguien quiso robarnos.
El desorden en mi cuarto, con la ropa y papeles en el suelo, me hicieron darme cuenta del delito.
—¿Bárroco?
No me respondió, no hay tiempo que perder. Al parecer solo se llevó la televisión y el dinero ahorrado debajo de la cama. Algunos cajones están intactos, los de mis escritos por suerte.
—Miau.
—Sigues vivo, te dije que si entraban a robar los detuvieras. ¡Quién me manda a mudarme a estas zonas! Todo sea por la inspiración. Mi trabajo está intacto. Sigamos.
Sin embargo, al ver que el escritorio estaba patas arriba…
—¡MIS APUNTES!Los más recientes los dejo en el escritorio, con el fin de releerlos al volver del trabajo para así poder inspirarme. Estaban todos aplastados por mi propio castillo.
—Dime que están bien, por lo que más quieras. Dios, sea cual sea el que me escuche ahora. ¡Salva mis hojas!
Dos horas de llanto, ideando cómo levantar el escritorio sin doblar mis hojas. Un papel doblado pierde su valor. Movimiento por movimiento, con solo dos de mis dedos para mover centímetro a centímetro de la hoja. Solo una de sus puntas se quedó atrapada por la mesa. El resto salieron dispersas, pero no quedaron encerradas por mi lugar artístico.
—Miau.
—¡Cállate!, necesito concentrarme. ¡Nuestras vidas dependen de esto!
—Miau.
Cuando comencé se veían las estrellas. Terminé con el sol.
—Lo logré.
Procedo a tirarme en la cama. No vale la pena trabajar.
—Miau.
—No te preocupes, no se perdió nada importante.
Bárroco se acomoda encima de mí.
26 de septiembre de 2022
Por Felipe Foncea
Sandra Barrera es una escritora cuya conexión poética con el mundo del que es testigo no es realizada al azar. Su propuesta literaria es el resultado de una observación atenta de las cosas que pasan y le pasan, pero también de las palabras, viejas amigas que maneja con seguridad y soltura, lo que refleja años frente a la necesidad de superar el silencio de la página en blanco, una tarea titánica, pues sabemos que el silencio lleva siempre la ventaja.
Sandra se crío en San Pedro, un poblado a las afueras de su natal Villa Dolores, a algunos kilómetros de la ciudad de Córdoba, Argentina. En su casa materna no faltaron los libros, entre los que recuerda Corazón de Edmundo de Amicis, la obra completa de Alfonsina Storni el que tenía una tapa verde. También estaba el clásico Mujercitas, el Túnel de Sábato, libros de Simone de Beauvoir, entre otros, conformándose así un variopinto muestrario literario que enriqueció su niñez.
Empecé a escribir a los once años, nos dice Sandra. De esos años rememora con especial cariño el día en que uno de sus profesores elogió uno de sus textos. No era un profesor cualquiera, pues se trataba de Alejandro Nicrota, reconocido docente y laureado escritor de la provincia de Córdoba, lo que nos recuerda cómo una simple palabra de aliento puede quedar marcada para siempre en la memoria de un niño.
Sus padres, si bien no se dedicaron a la literatura, rondaban de cerca el mundo del arte, su sensibilidad me ayudó mucho, afirma Sandra, configurándose un escenario que, si bien no puede explicar completamente el devenir de Sandra y el nacimiento de su obra, sí nos entrega pistas que hay que saber mirar y reproducir.
Pero no todos quienes experimentan un escenario favorable terminan escribiendo, y aún menos son quienes lo terminan haciendo con el talento de Sandra, es ese el misterio que permanece, un misterio que probablemente se vincule con la mirada y la valentía; con atreverse a ver allí donde otros pasan de largo, y sostener la mirada. Mejor lo dijo Alejandra Pizarnik:
“La rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos.”
Y Sandra parece estar dispuesta a enfrentar ese desafío, lo que se refleja en una propuesta caracterizada por una búsqueda en territorios poco explorados. En versos que avanzan seguros al borde del vacío.
Sandra Barrera Andrada
En sus poemas Sandra Barrera dice “lo que tiene que decir”, sin dejar que las convenciones la detengan, pero no por ello deja de respetar ciertos códigos, consciente, por ejemplo, de que la ausencia de estética puede efectivamente encontrarse al finalizar una reflexión, pero nunca antes de empezarla.
Y entre las herramientas estéticas, el ritmo parece ser su preferida.
Escribir
con pensamiento antiguo
con olor a otros tiempos
a otros lugares
que ya no serán.
Escribir
en la cara de una moneda añosa
que ya no compra nada
ni tampoco paga el trabajo de otro.
Escribir
bajo un árbol vetusto
de ramas desprendidas
de nidos ahuyentados.
Escribir (…)
Estrofas que bien podrían conversar con una guitarra son comunes en la obra de Sandra, una obra que comenzó a desarrollarse hace mucho tiempo y que la acompañó hasta la universidad, donde estudió pedagogía, especializándose en letras modernas, ejerciendo varios años como docente en la ciudad de Córdoba, en donde terminó por asentarse.
Hoy, sin embargo, Sandra dedica sus horas a la literatura, fundamentalmente a la poesía, pero también se abre paso en el mundo de los micro-relatos, los que “se le dan bien” ya que el formato permite abrir y cerrar ideas de manera concreta y eficiente, creando pequeños mundos similares a poemas con quienes comparten una difusa frontera que Sandra cruza con frecuencia, y lo hace sin dejar nunca de buscar.
¿Y qué es lo que busca Sandra?
Pues la verdad tras objetivos y miradas, el ritmo entre las palabras, los hilos que sostienen las relaciones y estructuras sociales y de los que Sandra da cuenta develando sus conexiones y fracturas.
Su obra
El año 1995 el trabajo poético de Sandra Barrera fue reconocido por la Municipalidad de Córdoba con un premio para autores inéditos, de ese reconocimiento derivó una antología que se transformaría en su primera publicación formal. Luego vendrían poemarios en solitario: Contornos (2016) y Bordes (2022), ambos editados por Ediciones del Callejón, obra a la que se suma La Opción del Sitio (2019), donde reuniría sus primeros micro-relatos.
Portadas de La opción del sitio y Bordes
Escribir
con pensamiento antiguo
con olor a otros tiempos
a otros lugares
que ya no serán.
Escribir
en la cara de una moneda añosa
que ya no compra nada
ni tampoco paga el trabajo de otro.
Escribir
bajo un árbol vetusto
de ramas desprendidas
de nidos ahuyentados.
Escribir
con palabras que nombren
y den significado
y no se queden quietas
sin sentido sin alma.
Escribir
bajo un alero
bajo el cielo infinito de detalles
sin pausa
sin ritmo
con música.
Escribir
en la PC
en la mano
en un papel usado
y escribir
-desordenadamente-
de tu suerte y la mía
para no darme cuenta
de mis manos solas
que no pueden parar
de escribir.
“…tantos cuerpos que se secan
tantos cuerpos que se abrazan…”
Miguel Hernández
Fuimos destinados al sufrimiento
tal como los embelesados por un gran amor
padecimos la ausencia
la abstinencia del tacto
la ignorancia del beso
Y en este ir y venir nos advirtieron
que el vuelo de una pluma
evoca algún sentido.
Y se nos vio volver con la nostalgia al hombro
por los que nunca ya
verán las flores del lapacho rosa
el abrazo tuvo la indecisión de novios
el paso
transformado en pie que pisa
y el ojo, ahora más atento,
desentrañando
el viaje de los pájaros.
Algunos poetas
proclaman sueños de alambre
que cual dendritas se extienden
al más allá.
Algunos poetas hablan dormidos
y explican sus teoremas
sin conclusión.
Tienen la potestad del grito
y, a veces, del silencio
suelen gorjear en su nido
suelen croar en coro.
Algunos poetas se prenden del madero
y se salvan
otros, nadando alcanzan nuevo margen
y se salvan.
Algunos poetas son rechazados por ser migrantes
otros son aplaudidos por pertenecer al suelo
en ambos casos se desconoce la razón que les asiste.
Todos somos poetas dice la pancarta en la concentración
y en el globo con helio aparece el rostro del candidato a presidente.
Mientras
en el borde
la poesía espera
ese nuevo poeta
que nos salve a todos
sin haber emitido
una sola palabra.
(Santiago de Chile)
Una mezcla de frutas rojas y
amarillas
sale del vaso fresco
se extiende hacia mi boca y
contagia de dulce
el sabor salitroso
la mujer del puerto está sentada
al sol
con la pollera rústica
con la paciencia santa
con la tez broncínea que embruja
y sonríe
y sonríe
ha calzado el puesto en la mañana
y lo descalza en la noche de los solitarios
la mujer del puerto planta un sueño de monedas
arrastra ojeras de tristeza rancia
y sonríe
y sonríe
ofreciendo el refresco a mi soledad.
La tela de la araña
encarna un sofisticado juego.
En la oscuridad
algo trepa la loma del olvido.
La tela de la araña
dice del tiempo y su labor,
pero no dice de la araña.
Lo mismo
yo.
Insistiendo en la faena de los días
en el empeño
del sofisticado juego
en el tiempo
desplazando el deseo
en los besos perdidos
y el corazón cansado
en las manos cuenco
y el corazón plano.
Todo eso
sin embargo
nada dice de mí.
Hay una clara elipsis
que en la ignorancia de mi nombre
no me nombra
y no soy yo
la que teje la tela
la que trepa la loma del olvido.
20 de septiembre de 2022
Por Revista Las Raíces
Margarita postuló a nuestra convocatoria con tres poemas, el primero de ellos llevaba por título “Mi Mundo en Bicicleta”, un par de sus versos bastaron para que comprendiéramos que debía honrarnos con su presencia en esta selección.
Mi Mundo en Bicicleta es un breve homenaje a otro tiempo, donde las cosas importantes eran más transparentes. Un poema sencillo, pero sobre todo honesto y en el que se esconden guiños a la verdadera poesía.
Es común que quienes abrazan el oficio poético se vean tentados a adornar las palabras con la intención de embellecerlas. Para ello, utilizan intrincados adjetivos que acompañan cada idea y se adentran en temáticas existencialistas o fundacionales sin saber (aún) que tales profundidades están presentes en cada cosa que vemos o vivimos.
La obra de Margarita es una sutil y fresca respuesta a ese vicio y un gran ejemplo de que aquello que conmueve no requiere de pesados trajes:
"Ah, cuando íbamos juntos
redondos se hacían los caminos
sentada en la sillita
o en el “portapicaje”,
como decía yo.
¿Te acordás, papá?
Era mi bici de dos o
de tres cuando iba mamá
abrazada al sol que se reparte"
Pero que no se mal entienda, entre esa simpleza se esconde uno de los secretos de la poesía.
Hablamos de la capacidad de situarnos en un lugar que jamás hemos visitado, espacios donde los olores y el viento en la cara son tan reales como los sonidos de mi teclado al escribir estas palabras, y luego Margarita nos premia como ideas que juegan con el lenguaje, construyendo figuras poéticas de primer orden pero que, sin embargo, son capaces de conversar sin dificultad con la ligereza del texto que las precede “abrazada al sol que se reparte”, nos dice Margarita, al terminar la estrofa, negándose a ahondar innecesariamente en esa chispa de genialidad que se hunde en la imagen general sin resistencias.
La Historia
La historia literaria de Margarita Ledesma Iza, originaria de la ciudad de Formosa en el noreste argentino, comienza, como todas las historias, antes de su nacimiento.
En su caso fueron los cuentos de su abuelo, quien llevaba encima parte importante de la tradición oral de esa parte del mundo. Entre esos cuentos se crío Margarita, soñando, imaginando, dando forma a las mil historias de su abuelo.
Mi abuelo tenía encanto, magia para atraer con sus historias de páginas de vida. No siempre necesitaba libros, él era un libro y todos los libros, cuenta Margarita. Pero también estaba el resto de su familia, en un hogar donde la literatura se respetaba y se promovía. En ese contexto Margarita rememora un regalo que una vez le hiciera su madre: Recuerdo que para un cumpleaños me regaló el libro de cuentos: Blancanieves y los siete enanitos. En su interior había castillos que se levantaban tras abrir la cubierta; espejo mágico, casas, bosques, animales, escenarios plegados que se erguían, personajes que cobraban vida y yo con ellos. Fue una revelación.
En sus palabras, es posible reconocer a una persona distinta, a una niña y luego a una joven que miraba allí donde no todos miran. Y es que muchos han crecido rodeado de libros e historias, pero no todos terminan creando pequeños universos.
No podemos saber con exactitud qué es ese algo que hace distintos a quienes terminan cautivados por el oficio de escribir, pero podemos esbozar algunas características que suelen repetirse en personas como Margarita: La curiosidad, la capacidad de asombro, el permiso para emocionarse y la honestidad.
Margarita Ledesma Iza
Durante las vacaciones iba a la casa de una prima que contaba con una vasta biblioteca y tenía la libertad de elegir los libros que había allí. Algunos forrados en cuero, otros con incrustaciones de hilos dorados, bellos diseños en sus tapas. Me apasionaban los de aventuras, castillos, caballeros, reyes, batallas. Robín Hood, Ivanhoe, de Walter Scott, la historia de Juana de Arco, las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, una colección de Agatha Christie, Veinte mil leguas de Viaje Submarino de Julio Verne, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.
Más adelante, surgió otra figura que cimentaría sus intereses literarios, otro ejemplo de la relevancia de personas significativas que confirmen que nuestras intuiciones son correctas: En el colegio secundario, mi profesor de Literatura, se fue convirtiendo de a poco en una brújula de libros, no solamente leíamos en sus clases, sino fue conduciendo mi recorrido de lecturas. Me animó a escribir otra vez. Había organizado un concurso de poesías en el cual obtuve como premio el libro de poesías de Borges, que aún conservo. Asimismo, fue el gestor de una revista mural “crecer” en la que participaba con mis poemas y algunos relatos.
En cuanto a sus referentes literarios, habría que empezar mencionado a los clásicos, partiendo por los griegos y pasando por los legendarios poetas latinos como Virgilio y Ovidio y claro, deteniéndonos en las obras de los que fundaron la literatura en nuestra lengua, comenzando por Cervantes y Lope de Vega, para luego recorrer las obras de Dante, Calderón de la Barca y García Lorca, y finalmente llegar a este lado del mundo y encontrarse con los textos de César Vallejo y claro, también de Borges y Neruda. Cortázar, Olga Orozco y Pizarnik. La gran Alfonsina Storni y Francisco Madariaga.
Luego conocí personalmente a algunos poetas, entre los que debo mencionar a Nina Turlher, José Caribaux, Elida Farini, René Ferrer, María Teresa Andruetto, Diana Ballesi, Osvaldo Bossi. Ellos me sugirieron encontrar mi propia voz, recuerda Margarita.
Hoy Margarita sigue experimentando la literatura como en los años en que descubrió su magia Hoy sostengo la mirada de niña en mis abuelos como quien sostiene un libro. Decidí tener los ojos siempre abiertos, aunque a veces haya que entornarlos para ver mejor. También comprendí que leer es una forma de escribir y escribir una forma de leer, y que dialogar con los otros respecto a lo que se ha leído es un modo de ensanchar nuestro horizonte, desencastillarnos, salir del cascarón, volver a nacer y andar sueltos como mis gatos, que se pasean por los libros que de tanto en tanto releo. concluye.
Ah, cuando íbamos juntos
redondos se hacían los caminos
sentada en la sillita
o en el “portapicaje”,
como decía yo.
¿Te acordás, papá?
Era mi bici de dos o
de tres cuando iba mamá
abrazada al sol que se reparte.
Quiero volver en esa bicicleta
con brújula de pájaros
que sepa a flores,
nubes,
tierra mojada.
Que sean las palabras
las sostenidas,
las arrojadas al viento,
las tuyas,
las mías...
Las que despiertan
de la incertidumbre.
Las que descubran la endeblez
del sentirnos libres.
Las de ser o hacer.
Las que se dejan decir,
las mansas,
las indómitas también.
Que sean...ellas,
las palabras.
Una vez conocí un bosque
donde unos niños trepaban a los árboles.
Construían un mundo con caramelos
Trayendo aventuras en sus rondas.
Casita tapizada de sueños
La del árbol abuelo.
______
Mutilado el bosque, hallé
la cicatriz marcada.
Ante la indiferencia
de aquellos saciados.
¿Dónde colgarán sus canciones
las aves y los niños sus juegos?
¿Habrá otro verano
de verdes pactos, hilarantes brebajes?
Una vez conocí un bosque
donde unos niños trepaban a los árboles.
Abuelo,
¿Qué es un recuerdo?
Y llegás
envuelto en cuentos y caramelos.
Respiro tu imagen fresca y pulida.
Algo se abre en mi pecho
que aún dormía.
Te siento a mi lado
levanto mis brazos
y puedo alcanzar tus manos
como ventanas abiertas
a los besos
a los abrazos.
Abuelo,
el recuerdo eres tú.
Asumo
la fecha primera
hecha rocío
magia de alas
rumor de cielos.
Asumo
sentirme protagonista
de lo ya hecho.
Asumo
estar habitada por
todo lo que vive
y trasciende.
Asumo
esa estirpe de mujer
que llevo.
Acercarse
es partir del encuentro
de esa frontera de lo incierto
de un cielo
de un abismo
de ese des-encuentro.
Como un pájaro
que se pierde en vuelo
O con otros ojos
podamos ver el rostro de Dios
cuando la tarde borre el horizonte.
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