Por Luis Esteban
El proceso biológico humano viene aparejado de un mandato genético que inevitablemente nos conduce a aquello que llamamos vejez. En todo este proceso, la familia siempre ha sido fundamental, tanto en el acompañamiento, como en la toma de decisiones. Entre estas decisiones podemos destacar la relacionada con el momento en que un anciano debe dejar de trabajar, o bien aquellas que organizaran el cuidado de nuestros mayores, decisiones en apariencia pequeñas, pero que en sus detalles reflejan a toda la estructura familiar. Estas decisiones, independientemente de que se tomen con cariño, en la inmensa mayoría de los casos no son tomadas por los principales involucrados, siendo un primer paso para un relego que contrasta con el rol que los adultos mayores ostentaban en otros tiempos, cuando era en los “viejos” en quienes recaía el liderazgo; la cabecera de la familia y la comunidad.
Los hombres y mujeres longevos, representaban la sabiduría y tenían una posición especial en el contexto en el que se desenvolvían. en algunas culturas, la figura firme y sabia de la vejez, se constituía como el representante de los suyos, siendo quien transmitía los conocimientos a los hijos, nietos y otros hombres y mujeres jóvenes. En nuestros tiempos, sin embargo, todo parece haber cambiado.
Cuando hablamos de la ancianidad, es difícil resistirse a la tentación de citar el texto más antiguo conocido de un hombre de edad que reflexiona sobre su situación. El texto se atribuye al escriba egipcio Ptah-Hotep, visir del faraón Tzezi de la dinastía V, y fue redactado hacia el año 2450 A.C. Dice:
"¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa y no habla. Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acordarse hoy de lo que sucedió ayer. Todos los huesos están doloridos. Las ocupaciones a las que se abandonaba no hace mucho con placer, sólo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre",
(Citado por Carlos Trejo en su libro El Viejo en la Historia)
A pesar de que resulta claro de que el rol de los ancianos distaba de la invisibilidad de nuestros días, sus sentimientos, sus pesares, sus deberes, parecen ser lo mismos. Cuánto peor ha de ser su situación se a el detrimento biológico sumamos el pobre trato que hoy se les brinda.
Para nuestra legislación, alguien es considerado “adulto mayor”, cuando se tiene 60 años y más, esto, según la ley 19.828, la misma que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), entidad encargada de velar por la plena integración de las personas mayores a la sociedad, la seguridad, el respeto, cuidado y la aplicación de mecanismos para la participación social.
Dejando de lado los datos estadísticos, socio-demográficos y variables cuantitativas relativas a la cantidad de adultos mayores en Chile o el mundo, lo relevante es considerar las condiciones en las que viven y quién los acompaña. En más de alguna ocasión hemos sabido de alguna persona que, a pesar de su avanzada edad, vive sola(a), una realidad que es poco visible en las estadísticas y muy poco abordada en la política social. En otro plano, las residencias de cuidados y estadía de corto y largo plazo, han sido la alternativa de muchas familias, rol ocupado, en ocasiones, por vecinos o cercanos quienes se han hecho cargo de velar por el bienestar de estas personas.
En Curacautín, existe una residencia la cual lleva el nombre “Pablo Ruedi”, quien fue parte de las familias colonas reconocidas en este rincón de la región. En la actualidad, en la referida residencia conviven aproximadamente 18 personas, las que, si bien están en mejores condiciones que muchos de sus pares, no siempre ven la vida en colores.
Hay quienes se han visto al espejo y no reconocen su imagen, hay quienes confunden días con años. Ellos olvidan, pero también hay algunos que han sido olvidados. Afortunadamente no siempre es el caso: “hay familiares que viven lejos, pero siempre están llamando para consultar por alguien, un padre, madre y/o abuelo/a”. dice Magdalena Vidal, quien administra la residencia vinculada a la Corporación Amigos de la Ancianidad, los que, junto a los trabajadores de la institución, luchan día a día por el bienestar de un grupo de adultos mayores, personas que llevan la historia en sus memorias que, en muchos casos, se desvanecen poco a poco.
¿Qué nos puede decir respecto de los recursos y el financiamiento?
“Siempre se agradece la donación de algún particular (…) las cosas cada día están más caras” afirma Magdalena. “Otra parte de nuestros recursos proviene de la Municipalidad”. A eso se suma un grupo de héroes anónimos que hacen llegar algunos detalles como, pan, tortas, ropa o útiles de aseo. Sin embargo, nunca es suficiente.
En nuestra visita, logramos percibir la alegría de ver un rostro nuevo, algunos expectantes y curiosos de saber quién en ese rostro, ¿un familiar? ¿a quién vendrán a ver ¿traerá alguna cosita? Son algunas de las preguntas que se leen en sus caras.
Magdalena Vidal nos comenta sobre las dificultades psicosociales a las que se enfrentan día a día algunos de los y las residentes, quienes no siempre cuentan con algún familiar a quien transmitir los avances y problemas de los residentes.
Nos menciona que también existen factores económicos que dificultan la labor, ya que los ingresos de muchas de estas personas consisten en una jubilación o pensión básica, lo que, dado el contexto socioeconómico que vivimos a nivel mundial, se transforma en un aporte que, por si solo, hace muy difícil la adquisición de alimentos, el pago de calefacción y de otros elementos como pañales, útiles de aseo personal y doméstico, entre otros.
Con respecto a las políticas públicas en materia de derechos de las personas mayores, Chile ofrece una serie de ofertas de protección, defensa e inclusión en la sociedad, pero no todas ellas logran llegar a comunas pequeñas, desprotegiendo en mayor o menor grado los derechos que las mismas políticas públicas y convenciones declaran como irrenunciables.
Como testimonio y evidencia, presentamos algunos datos con respecto a residencias para adultos mayores de la región.
En 5 comunas de la Araucanía, la demanda por centros de larga estadía para adultos mayores supera en más del doble los cupos que ofrecen tres instituciones públicas y privadas. En la residencia que el Hogar de Cristo mantiene en Nueva Imperial, de los 43 adultos mayores albergados sólo 15 reciben visitas de familiares o amigos durante el año, en el Hogar San Vicente de Paul de Temuco, por otra parte, prácticamente ninguna de las residentes está sola.
Desde el contexto local, la administración municipal cuenta con un programa denominado “Adulto Mayor”, el que se vincula con la ejecución de los programas y proyectos derivados de SENAMA, servicio encargado de brindar los lineamientos técnicos y recursos para la ejecución de actividades dirigidas a los adultos mayores.
Si bien esta institucionalidad entrega ciertas “ayudas” técnicas y es ejecutor de las políticas públicas, no resuelve las incontables necesidades de los 2.806 adultos mayores registrados en los últimos registro sociodemográficos de 2017, numero que probablemente ha cambiado producto de diferentes factores, estos pueden haber aumentado dado el natural proceso de envejecimiento del país, sin embargo, ese aumento pudo haber sido contrarrestado por factores socio-sanitarios derivados del aumento de la pobreza o la irrupción de la pandemia.
En tiempos de cambios, deberíamos incluir en la discusión que remodela nuestra sociedad la necesidad de velar con seriedad y compromiso por los derechos de las personas mayores, su seguridad social, salud, integración, vivienda y entorno. Y para comenzar podríamos preguntarnos ¿estamos actuando solidariamente con la real intención de resolver el problema o, de la misma forma que un familiar visita a un adulto mayor un par de veces al año para lidiar con su consciencia, solo estamos tapando el sol con un dedo con el fin de sentirnos mejor con nosotros mismos?
Copyright © 2023 Revista Las Raíces - Todos los derechos reservados.
Revista Las Raíces es una iniciativa de la Organización de Desarrollo para la Acción Comunitaria
Como todas las páginas web, usamos cookies para saber cuántas personas nos visitan.