Originaria de Córdoba, Argentina, Belén Palacios vive en México hace más de 15 años. A pesar de que su formación profesional la liga tempranamente al mundo empresarial, en los últimos años sus intereses más profundos la han llevado a desarrollar una carrera que la vincula con la gestión cultural y el desarrollo comunitario, siendo protagonista de diversas instancias del entramado social de Guadalajara y otras localidades de México, destacando, en tal sentido, su rol como directora de la organización no gubernamental Más Música Menos Balas, un espacio comunitario, artístico y cultural que busca luchar contra la violencia a través de actividades cuyo fin es recuperar espacios perdidos por causa del miedo y la delincuencia, buscando propiciar instancias donde el intercambio cultural promueva estilos de vida sanos y seguros.
En cuanto a la literatura, la historia de Belén comienza junto a su abuelo. Mi abuelo era un ser especial, era un mozo aéreo que tenía una biblioteca de más de tres mil libros, una combinación improbable, sobre todo en esos años.
El pertenecía al pueblo Toba (un grupo indígena originario de la zona del chaco que incluye el norte argentino, parte del Paraguay y Bolivia), y fue un autodidacta. Recuerdo que me leía poesía rusa, y en su biblioteca estaba Rayuela, Cien Años de Soledad, libros de Borges…
El recuerdo de su abuelo transita elementos casi mágicos, como el que habla de libros enterrados en el patio, una previsión vinculada con la persecución política, pero que a los ojos de una niña no podía estar sino revestido de un maravilloso misterio.
Si bien podría pensarse que su educación la alejaría del ámbito cultural en general y literario en particular, en realidad solo tuvo el efecto positivo de abrir su mirada a otros mundos, dejando intactos sus intereses, tal vez porque estos estaban anclados en un lugar donde se hicieron uno con aquello que la define.
Belén Palacios
La obra poética de Belén se caracteriza por una libertad solo limitada por la necesidad de decir lo que hay que decir. Sus versos no parecen circunscribirse a ninguna convención, a ninguna escuela, siendo un permanente flujo de imágenes y figuras literarias que avanzan hacia el centro de una afable verdad. Y es que, al leer los poemas de Belén, y pesar de lo imprevisto que suele ser el viaje que nos propone, terminamos, casi siempre, acunados por una agradable sensación que nos protege.
“(…) Por la ventana de los días, pasan los otoños acaramelados, envueltos en conversaciones y besos
Y sin saberlo, tejimos una nube amarilla, se parece a un girasol, paraguas para los problemas
Sobre mis dos pies caminé hasta encontrarnos, cuando vos ibas, yo venía, los dos buscábamos el destino, donde viven las historias felices.”
Otro elemento que llama positivamente la atención es su hábil utilización figuras y metáforas, las que combina con creatividad y una soltura propia de los poetas más avezados.
“Puedo contar hasta mil y respirar un húmedo latido con eco
Desvanezco, me vuelvo transparente como el beso del agua en la piedra
Detengo el tiempo en tus pupilas, verdes y amarillos, mezcla de la mañana (…)”
Los antepasados Incas de Belén, su abuelo, sus estudios, sus esfuerzos por promover la justicia social, sus años como líder estudiantil y su presente como gestora cultural y dirigente social configuran una compleja y riquísima realidad que de alguna forma desemboca en poemas que resulta difícil de clasificar y donde se combina el romance con la experimentación, lo real con lo irreal, la nostalgia con el encuentro, el ritmo con la disonancia.
Todas las historias humanas carecen de linealidad, pero la de Belén emerge como una de las hojas de un árbol de millones de ramas, ¿cómo rastrear el real origen de sus poemas? De todas las posibilidades me quedo con un comentario que nos hace cerca del final de nuestro encuentro:
Me crié en el barrio Observatorio y eso me marcó, nos dice.
Pensé en un nombre como tantos otros, un nombre un poco extraño, como tantos otros también lo son, pero Belén me aclaró que el barrio efectivamente debía su nombre a un observatorio, y que allí iba con frecuencia en busca de los secretos del firmamento, entonces recordé que nada es casual, y que los libros enterrados por su abuelo, los poetas rusos, las mujeres de Guadalajara y las estrellas son parte de lo mismo.
Es inevitable, crece como un gigante la ola, respira al cerrar los ojos
Fuerte, un golpe de claridad, lo lleva para siempre a otra parte
Deja ir la opción, de volver a ser la misma consecuencia
La materia, no era el tesoro en su presente
Lo que antes desarmaba el tacto, hoy viaja como la muerte en el viento
De un suspiro o en aliento, no puede creer tanto desorden
Vuelve al tiempo un disfraz vulgar, transformista
Y en el cielo, se liberan los ruidos, espumas de rabia traslucen sinsentidos
Una lluvia de gente, moja el silencio al final del horizonte
Se enredan en violentos espejismos, asustados incendian los desiertos, acaban.
Puedo contar hasta mil y respirar un húmedo latido con eco
Desvanezco, me vuelvo transparente como el beso del agua en la piedra
Detengo el tiempo en tus pupilas, verdes y amarillos, mezcla de la mañana
Siento las brasas como el fuego abrigar las olas de mis adentros
Tan ondeantes chocan mis sentimientos, brújula en manos del tiempo
Imaginarios, como la hoja en el otoño que se pierde en el aire, llego a ti
Fractales desnudan mis intenciones, sonidos para resucitar la vida
Nunca volveré a ser, soy en ti, no puedo ser otra cosa.
Yo te amo
Yo te amo, como la lluvia ama el roce con el polvo caliente, un mediodía de verano
Yo te amo, como el sonido del universo que se expande sin fin
Yo te amo, como la memoria penetra al pensamiento
Yo te amo, brillante como la sonrisa de una madre que mira con ojos de inmensidad
Yo te amo, absoluta y claramente, con la risa nerviosa de un niño en su hamaca
Yo te amo, con particular firmeza de monumental coloso, que resiste valiente al paso del tiempo
Yo te amo, sin excusas, con transparente inocencia, perfume de tardecita
Yo te amo, con un mate en la vereda, en la calle donde crecimos
Yo te amo, en profundo silencio y pongo en calma mi tempestad
Yo te amo, para ser libre y al mismo tiempo soy en mí, el templo que te adora.
Sobre mis dos pies caminé hasta encontrarnos
Donde se cruzaron las miradas, color naranja atardecer y humos en la vereda
Los pájaros dibujaron figuras en el cielo, en la noche de fugas, perfumada en desvelos
El río desbordó su miel, mientras yo cruzaba el puente
No eran las pastillas, era la soledad cicatrizando en la piel; vértigo
Tú, vestido de fragmentos, flotabas en una danza por las ondas de la radio
Cuando la gente se escondía en sus casas, por miedo a la gran tormenta
En nosotros se abrían las calles, para caravanas de flores y música
Viajes marcados en los calendarios, abrazos anónimos y una invitación a enamorarnos
Por la ventana de los días, pasan los otoños acaramelados, envueltos en conversaciones y besos
Y sin saberlo, tejimos una nube amarilla, se parece a un girasol, paraguas para los problemas
Sobre mis dos pies caminé hasta encontrarnos, cuando vos ibas, yo venía, los dos buscábamos el destino, donde viven las historias felices.
I
Rojo, negro, dorado, con azules y coloridos destellos
Cielos que bañan las mieles de jóvenes soñadores
Viajan tras las lluvias que asoman por sus verdes
Sentir en las sienes, el llamado de Quetzalcóatl
Parece que en sus plumajes se han ocultado las mariposas
Las mexitlis grabadas en sus códices, anuncian la historia
El viento los revuelve, como agitando sus dones
Le huyen a la palabra, que nadie dice, que nada siente.
II
Caen sus partes al fuego, la sal que purifica la memoria
Amarillos que arden la tarde, braceros que llegan a sus hogares
Maizales que crecen, como océanos interminables
Naufragan en besos, inocentes travesuras de verano
Crecen amontonando las ganas, en la tierra prometida
Un vientre lo cobija, madre de las mujeres valientes
Vienen desde el pasado más reciente, acunando la siembra
El canto revive los muertos, en la noche pasan a caballo los recuerdos.
III
Los pueblos que son universos, tejen con manos de trabajo
Eternidades en el ojo del abismo, maíces van, maíces vienen
Del norte al sur, del este a oeste, ilusiones del tiempo presente
El portador que abre la tranquera, para dejar pasar a los visitantes
Ilumina la vidriera, de festivales y de fiestas, lucen su mejor ropaje
Santos y viudas, le dedican rezos a su majestad dorada
Acunan las madres a sus crías, sobre sus pechos repletos de vida
Danzan en compases secretos, poemas del movimiento, los versos asoman.
IV
En forma de ofrendas, regalos para la creación
La milpa nace, para que el pueblo no muera
Cuando todo parece noche, en su centro se enceguece
No contiene a su alma, con harina que se cuece
Maravillas que en la boca, son promesas, son verdades
En el ritual de recogerles, juega Tláloc con las estaciones
Fluye la sangre en sus torrentes, profundidades de las mieses
Medicina sagrada de los abuelos, de las abuelas y las chamanas.
V
En pan caliente se sirven sus delicias martajadas
Adivinanzas del cerro, la montaña y sus espejos de agua
Miran enamorando, a los calendarios del hombre blanco
Delantales llenos de mazorcas, se cuelan entre las faldas
Cañas y agaves, místicos de la bravura campesina
Luminoso, tú llamas a tus hijos e hijas para la cosecha
Infinitos, humedecen los labios del maíz naciente
Como la savia en su raíz, protege a tu niño
Dale tibio sol adentro.
Me volví orgasmos, en las letras de tu nombre
Hierve el alma, palpito la ausencia en el aire
Tus pechos, se doran al sol en la espera de mi llegada
Desde la ausencia en la que tú me gritas
Territorio para las caricias, tacto en la piel, sobrepasa el instante
Se abulta la sangre en tu pretina
Se abre la flor a tu encanto y se vierte la ternura en canciones
Tus piernas son los mapas de mis tatuajes
Medias desnudas, medias vestidas
La mitad llenas de flores
La otra llenas de nidos
Hice el amor a tus noches en lirios
Cuatrocientas horas pasaron; levanto tu camisa, gemidos
Me miras, tus ojos dan en el blanco, flechas encendidas
Mancho mí adentro con tu tinta. Escribes.
Me puse el labial que te gusta
Mojamos de blanco y negro las sábanas
Sacamos el jugo a la piel
Posa el colibrí sobre el néctar
Toboganes y luciérnagas
Besarte lento, huracanes
¿Dónde te tocas?
¿Piensas en mí?
Dímelo, dímelo, dámelo
Rojo fuego en tu vientre
Verde menta en el beso
Lengua que juega con versos
Que sacuden profundo tu sexo
Sigues hundiendo tus manos
Sobre los campos tiernos de mi cuerpo
Dibujas caminos a mis antojos
Se pierde la voz en los gemidos
Mi sabia brota a tu ritmo
Tú dispuesto, yo indómita.
Emilia Justiniani, en solo 25 años, ha rondado territorios poéticos que otros tardan una vida en encontrar. Hablamos de los territorios de la pureza, donde la verdadera naturaleza de las cosas hace imposible que apartemos la mirada de lo que repite nuestro nombre, llamándonos.
Hace casi 70 años, Alejandra Pizarnik recogió el testigo de las más puras entre las puras y lo hizo uno. De las valientes, de las bellas y de las enloquecidas de belleza, de las únicas. Alejandra fue un símbolo, el de Cortázar y también el nuestro, pobres hombres condenados a observar desde lejos cosas que había que abrazar, hasta quemarse.
Sus lectoras se desperdigaron por América Latina como un enjambre de mariposas azules y mariposas negras, y entre sus páginas se buscaron. Muchas, impacientes, se fueron antes de tiempo, algunas -las menos- persistieron. Entre ellas está Emilia, quien eligió seguir su camino, avanzando entre los poetas suicidas y sus hijos de empobrecidos.
Emilia Justiniani
Y así llegó hasta nuestros oídos, diciendo, por ejemplo:
ya me he ido,
huyo a mi puerto,
donde ahogare el daño con el que maldices,
con brisa salina, peces decorando mi espalda,
entre las redes invencibles que me abrigan…
p u e r t o
Y lo dice sonriendo, con una voz cálida, alegre en su profundidad. Una voz de niña segura, propia de quien se ha enfrentado tempranamente con lo que no tiene nombre.
Nacida en Arequipa, Emilia Justiniani se formó en el seno de una familia que, de alguna forma, habitaba el arte, con varios tíos dedicados fundamentalmente a la pintura y un padre quien, luego de advertirle los riesgos de dedicarse a la literatura (principalmente vinculados a la posibilidad de morir de hambre), se ha convertido en su seguidor número uno.
A los 9 años me di cuenta que escribir era lo mío, claro, eran textos simples y enfocados en el romanticismo, pero aún hoy reconozco que algo había en ellos que nunca se perdió realmente. La natural evolución la llevó muy lejos, pero no reniega de forma absoluta de aquellos primeros años.
En mi casa siembre hubo libros, recuerdo, por ejemplo, La Casa Verde de Vargas Llosa y algunos libros de Stephen King, recuerda Emilia, reforzando la idea de que el solo hecho de ver libros en algún rincón de nuestras casas de niño, ya es un elemento importante en la construcción de la imaginería de los futuros escritores, aunque, a juicio de Emilia, hay un destino ineludible para los escritores, los artistas, nacen, no se hacen, nos dice segura, compartiendo así la opinión de poetas como Gonzalo Rojas que se preguntaba “por qué yo fui poeta y mis hermanos no, si nos criamos en la misma casa, con los mismos padres?” Ese misterio Emilia lo sitúa incluso antes de existir, y quiénes somos nosotros para contradecirla.
Además de poeta, Emilia es actriz, pintora, aficionada a la fotografía y, como si eso fuera poco; psicóloga. En su profesión se ha especializado en Terapia Dialéctica (terapia desarrollada para abordar el Trastorno Límite de Personalidad), ocupando parte de su tiempo en escribir artículos sobre este y otros temas, denotando que su talento con la pluma va más allá (o más acá) de sus creaciones poéticas.
Entre sus lecturas; la entrañable Alejandra, Sylvia Plath, Blanca Varela, Anne Sexton, José María Arguedas... lo que refleja una búsqueda donde la casualidad tiene poco espacio, donde los caminos no tienen señales y bajan o suben hacia el inasible centro que nos habita.
Hoy Emilia se encuentra preparando los últimos detalles de la que será su primera publicación, un poemario titulado “La Somnífera Melodía del Mar”, al tiempo que participa en proyectos de difusión literaria y cultural. Entre ellos, destacamos a El Movimiento Cultural Internacional Ergo, donde ocupa el rol de jefa prensa, encargada de entrevistas y curadora.
El Movimiento Cultural Internacional Ergo es un proyecto desarrollado por gestores culturales, representantes y embajadores alrededor del mundo, contamos con presencia en países como Perú, Argentina, Chile, Colombia, México, Ecuador, Costa Rica, Guatemala, Cuba, El Salvador, Nicaragua, España, entre otros países.
Su labor es difundir dentro de sus espacios (revistas, redes sociales, webs, muestras poéticas, antologías, entrevistas, conversatorios, podcats, festivales nacionales e internacionales) todas nuestras expresiones artísticas y culturales como literatura en español y lenguas originarias, música, danza, pintura, artes plásticas, teatro, fotografía y etc.
El trabajo de nuestros autores y colaboradores siempre estará considerado para cada proyecto en el que estemos trabajando, la idea es que desde la primera publicación, mantengamos el vinculo movimiento-autor.
¿Por qué ERGO?
Ergo viene de «cogito ergo sum» que es un planteamiento filosófico de René Descartes, y que podría traducrise como «Pienso, luego existo», nosotros nos centramos en ese ERGO o LUEGO, dado que queremos que LUEGO de que un autor o colaborador nos confía su primer trabajo, desde ese primer momento nazca el vinculo movimiento-autor antes mencionado y que sea considerado en cada proyecto en el que su trabajo sea compatible.
Una de las obras de Emilia.
Emilia Justiniani, psicóloga, pero sobre todo poeta de lo invisible e inmarcesible. Nacida en Arequipa, departamento al sur de Perú. A la fecha ha sido publicada en suplementos de cultura, blogs, en un periódico de la región y sus poemas se encuentran seleccionados en una revista de alcance internacional (Movimiento Cultural Internacional ERGO). Su estilo se caracteriza por una constante conjetura a la existencia y la certeza de realidades desde la esencia, aquello invariable y permanente. Propuesta que invita al lector a coincidir en lo más humano e íntimo: “el dolor como fuente de inspiración que termina siendo la gasolina que aviva el fuego dormido en el interior, este lenguaje marino que devela la verdadera emancipación".
vida,
que absurda resulta tu existir,
donde duermo y me congelo,
entre la cordura y el olvido.
n a u f r a g a
ya me he ido,
huyo a mi puerto,
donde ahogare el daño con el que maldices,
con brisa salina, peces decorando mi espalda,
entre las redes invencibles que me abrigan…
p u e r t o
el más grande dolor de todos,
solo tú me lo has infligido,
me convierto en rocío…
a l g a s
insulsa bestia que partes mis entrañas,
jugando a devorarme las escamas…
hoy te derribo,
cual castillo de flores,
tan frágil, frívola e inmersa en soledades…
los demonios que fornican en
m i j a r d í n
entorpecen mi andar…
en este intento esquizofrénico de justificar
al apagar las luces de mi habitación
es como estar en el
e s t ó m a g o
del leviatán,
donde me descubro
y en plenitud
me desnudo
cual colibrí
en el alba de un tierno dorado
c o r a z ó n…
cuando me preguntan lo que significa ser de esta patria perdida
recalcó que ya no lo entiendo,
que me embriago en
l a l o c u r a
del recuerdo…
soy como el agua en un florero,
que dejó perfume nauseabundo de
c a r n e y h u e s o s.
Ahora extraño mamífero,
Que de mi lenguaje marino deseas aprender
y usurpar sus modismos,
te adueñas
de
mis
entrañas
y
mi
t a m b o r.
Exploras fuerza,
y yo entre las nubes me deshojo,
en maravillosas notas musicales de concierto salvaje.
Ilusión de realidades futuras en este espejo tatuado,
soñando a ser
suicida
hecha
promesas.
Los eslabones de mi cordura se han corrompido,
condenado tiempo,
espesura de la espuma,
por los nuevos parásitos,
carcomiendo camote,
hoy florecen
como
amapolas
en
mi
vientre,
cuando te abrazo sin pudor…
Escurridizo malabarista
del destino,
Principado de arena
cógeme
como
las
mandarinas,
Cómo no odiarme…¡sólo mírame!
soy escombros, una nada,
adorarla muerte es tan sencillo para los que aborrecen la vida.
Nadie pidió nuestro consentimiento,
nadie incluso preguntó si nos importa estar aquí…
el espacio es un tormento,
y la compañía una neurosis.
Solo ser gorrioncillo que pica migajas de cariño,
los inhóspitos rincones de mi ciudad son mi refugio y abrigo.
las esquinas, los bares escondidos, dignos compañeros para encontrar consuelo…
Terminó siendo una Margarita flotando en el viento y en el tiempo tambaleándose al son de lo que el destino me llevé mientras que cada uno de mis pétalos se muere y yo en ellos me vaya lentamente.
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