7 de diciembre de 2022
Por Luis Esteban
Chile fértil provincia y señalada en la región Antártica famosa, decía Alonso de Ercilla, pero la tierra se seca y el concepto decae para dar pie a un escenario alarmante y, en ocasiones, desgarrador y cruel.
Algo que atestiguan cientos de familias en Chile, en especial en las regiones del centro-norte cuyas penurias han sido narradas ampliamente en reportajes centrados en la escasez hídrica de zonas como Petorca o los valles de la cuarta región, en este caso, sin embargo, viajaremos un poco más al sur y nos centraremos en los esfuerzos por describir la realidad de algunas familias que luchan día a día por asegurar el acceso al agua potable en un escenario cada vez más desafiante.
Se trata de sectores que no suelen asociarse con la sequía, pero donde son cientos las familias las que no pueden darse el lujo de lavar ropa todos los días, o dos duchas diarias, todas actividades que parecen normales para muchos, pero para otros es una realidad vivida de la manera más seca, áspera y polvorienta.
Se ha dicho, desde tiempos inmemoriales, que el agua es un elemento sagrado, dador de vida, moldeador de tierras, colinas y valles. Algo que para mucho abunda en la tierra y un elemento inagotable, pero la verdad es que no todo es para siempre. Vivimos en lo que parece una transición entre la abundancia y la escasez, encaminados hacia una era en la que aquello que dábamos por sentado será un lujo que deberemos atesorar.
Localidades como Saavedra, Carahue, Caliboro, San Javier y Linares, entre otras, son testigos de este voraz demonio como lo llaman algunas personas mayores ligadas a la cultura mapuche, haciendo referencia a leyendas locales.
Entre ellas destaca el mito fundacional que relata la formación del mundo, moldeado por Chreng Chreng y Cay Cay Filu; la lucha entre la tierra y el agua. Un mundo de caos, donde el hombre como persona (che) no tenía otro papel más que el de observador, un observador silencioso y temeroso, ausente y testigo de su propio destino. Realidad que se vive hoy en día en diferentes partes del mundo, pues la inmensa mayoría de las comunidades afectadas por la escasez hídrica no pueden ser sino mudos testigos de un cambio sobre el que tienen una mínima influencia.
Es así como partimos nuestro viaje, viaje que nos lleva a recorrer tierras en la que aún pude observarse una abundante y variada vegetación, vivos aromas vegetales y animales, de alturas y llanuras, de abundantes pastos y de diversos colores.
Una descripción amenazada por las cicatrices que han ido dejando los cada vez más frecuentes años secos, destapando las verdades y vestigios de la tierra. Donde había abundancia, ahora se abre paso la temida escasez.
En nuestra visita a los diferentes parajes, fuimos testigos de los cambios en el clima, la calidad, el esfuerzo y el amor de su gente, sentimientos que transmiten por el lugar que a muchos los vio nacer y, en algunos casos, crecer y morir.
Tierras en las que los “lujos” como malls, calles pavimentadas, una plaza adornada y cuidados parques no existen. Lugares en los que solo se escucha el sonido de palas, tijeras y hachas. Día tras día desde muy temprano, cuando nace el sol se levantan a una nueva jornada laboral. Muchos de sus protagonistas son adultos mayores y familias en la etapa del ciclo familiar “nido vacío”, etapa que, en muchos casos, representa o es sinónimo del silencio, de soledad y abandono.
Una de estas tierras conocedora de esfuerzo y sacrificio, es Caliboro, ubicada en la región del Maule, perteneciente a la comuna de San Javier de Loncomilla. Y es ahí donde nos acercamos a las manos polvorientas y a los antiguos relatos de longevos hombres y mujeres, viajeros del tiempo y sus historias.
La búsqueda de la felicidad y la oportunidad de desarrollo en una tierra que se vuelve áspera, donde escasean las oportunidades, alejadas de las comodidades, el movimiento y la comunicación. Una tierra de sacrificio, sangre sudor y mucha gloria. Relatos como los que se pueden encontrar en leyendas urbanas de la mano de Don Hernan Matta y algunos de sus libros, Caliboro y Casa Nueva. Relatos que describen los pasos de los primeros hombres por estas tierras, así como de la Corona española y las hazañas de las generaciones por delante.
Zona fértil para mitos y Leyendas locales, como “El torito de Caliboro'' que cuenta la historia de un animal mitológico que vivía en el cerro Caliboro, junto al río Perquilauquén entre las provincias de Linares y Cauquenes. La leyenda dice que el torito era buscado por la ambición humana que pretendía capturar sus cuernos de oro. Para atraparlo, fueron reduciendo y quemando grandes extensiones de bosque nativo. Pero el torito y algunos otros animales lograron escapar en una nube desde el cerro Caliboro hacia la cordillera de Los Andes. Se dice que podrían volver algún día, cuando retorne el bosque nativo a la zona, ahora altamente degradada por muchos años de ciclos intensivos de monocultivos agrícolas y forestales.
Quizás la narración de este y otros mitos o leyendas, no son más que la realidad contada por antiguos hombres, sobre una visión que se anticipa a los tiempos, visiones que hoy en día parecen más reales que nunca.
En su búsqueda de la felicidad, tanto hombres como mujeres han servido a sus necesidades y a la tierra que los recibe cada día para proveer de los recursos necesarios para la subsistencia. La aridez que acecha aún no cubre con su polvo la abundancia de la tierra. “Quien se queda será bendecido con abundancia”, relata uno de sus habitantes, como citando algún pasaje bíblico. Papás, maíz, zanahorias, repollos, lechugas, manzanas, duraznos, uvas y más. todo en abundancia. Una tierra rica en minerales, una tierra rica en historia, aunque socio-económicamente empobrecida.
En Caliboro solo existe una escuela básica, en la que sus pequeños estudiantes logran llegar hasta séptimo, luego deben iniciar un ciclo de migración, alejándose de sus raíces para lograr completar sus estudios. Migración que en muchos casos no tiene retorno. ¿Quién quiere volver a un paraje aburrido donde hay que trabajar de sol a sol?, señalan algunas voces. La modernidad y las facilidades de la vida por una parte, y el trabajo digno y duro por el otro. Balanza que suele inclinarse más a un lado que para el otro.
En nuestra visita, y con ojos de turista, todo es maravilloso, a los ojos de quien quiere ver la realidad esa misma belleza es subjetiva, al punto que lo bello se vuelve un lamento y una pena, pero pese a aquello, hay quienes viven una vida larga, alegre y tranquila, pero en muchos casos terminan rodeados de soledad y experimentando los problemas de la vida diaria, agudizados por políticas públicas inequitativa y por el escenario climático mundial que ha llevado la aridez a las puertas de nuestro bello sur.
El río Perquilauquén y el cerro Caliboro alto
Narrada por Resumen TV
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